La economía mundial enfrenta una severa crisis que se intenta resolver con la misma teoría que la causó. Ante la volatilidad de la bolsa de valores ocasionada por la incertidumbre y el pánico, la Reserva Federal procedió a bajar la tasa de redescuento en 1,25% puntos en quince días.
Las caídas de las bolsas mundiales son el reflejo del debilitamiento de la economía y de la crisis que se inició en el sector hipotecario y se extendió a todo el sector financiero. El proceso se gestó desde hace más de dos años (2005), cuando la Reserva Federal procedió a reducir el déficit fiscal y elevar las tasas de interés para aminorar la inflación. La política se manifestó en el debilitamiento de la actividad productiva, en el desplome de la construcción e introdujo serias fisuras en el sistema financiero. El daño se vino a reconocer en agosto de 2007, fecha en que estalla la crisis del sistema hipotecario. A regañadientes, la Reserva Federal procedió a reducir las tasas de interés. La prescripción no ha tenido los resultados previstos. En los últimos meses la inflación se elevó a 4,1%, el crecimiento del producto cayó a 0,3% y la crisis financiera se extendió a las mayores instituciones.
La drástica baja de la tasa de interés es la continuación y profundización de la receta que revivió el milagro de la estanflación. Es la típica prescripción que actúa sobre las manifestaciones; en el fondo, intenta detener el desplome de las bolsas sin resolver las causas centrales, como la desregulación del sector y la deficiencia de liquidez causada por la crisis, que bien puede agravarse por la salida de fondos.
La medida, y los anuncios de otras similares ocasionarán un aumento de liquidez mundial que presionará a la revaluación en el resto del mundo. Si los países acuden a medidas fiscales y monetarias para evitarla en la circunstancia actual de alzas de precios de alimentos y materias primas, el resultado serían fuertes presiones inflacionarias mundiales, en particular en Estados Unidos, que finalmente conducirían a elevar las tasas de interés, como sucedió en 2005. La reculada provocaría una fuerte contracción de la liquidez y la movilización masiva de los inversionistas a los activos de menor riesgo, como los títulos de deuda pública y la pérdida total de credibilidad en la Reserva Federal. La recesión y la crisis financiera adquirirían la forma de hechos cumplidos y el sistema quedaría a la deriva.
Infortunadamente, los prestigiosos pensadores y economistas de las universidades célebres de los Estados Unidos y los centros de estudio no se han referido al tema con claridad. El diagnóstico más lucido y objetivo proviene de George Soros, el millonario que quebró el Banco de Londres, y uno de los analistas más acertados del sector financiero. Basado en la evidencia de que el mercado financiero opera en desequilibrio y que la desregulación de la globalización lo tornó altamente especulativo, anticipa el colapso. Según Soros, los inversionistas saben que la baja de tasas de interés en un momento de desabastecimiento de alimentos y materias primas presionarán para que la Reserva Federal cumpla con su primera prioridad de la inflación. Tan pronto infieran que la Reserva Federal no podrá continuar con los estímulos, se desplazarán masivamente a los títulos líquidos elevando la tasa de interés de largo plazo, y hasta ahí llegarán los poderes de la Reserva Federal.
En este escenario, las economías más blindadas son las petroleras y las asiáticas que exhiben en cuenta grandes superávits en cuenta corriente, y envían los sobrantes de ahorro a Estados Unidos y Europa, al tiempo que las más vulnerables son las economías deficitarias, y Colombia aparece entre las más frágiles. El país enfrenta un déficit en cuenta corriente que en la actualidad llega a 4% y a diario se agrava por la caída de las exportaciones a Estados Unidos, el control de cambios en Venezuela y la profundización de la revaluación inducida por el aumento de la liquidez mundial. El eventual colapso de los Estados Unidos, al exacerbar la caída de las exportaciones y revertir los flujos de capitales, la desquiciaría: la devaluación se dispararía, las tasas de interés subirían y se crearían los gérmenes de crisis financiera y recesión.
Los acontecimientos mundiales son el resultado de la concepción de equilibrio y fundamentalismo de mercado y de los bancos centrales autónomos que predominaron en las últimas dos décadas. Los hechos han confirmado la visión que aparece en varios de mis libros de que el sector financiero es el típico mercado en desequilibrio que sólo puede operar regulado y de que la organización del banco central autónomo de un solo instrumento, la tasa de interés, no tiene la capacidad para conciliar la actividad productiva, la estabilidad financiera y el control de la inflación. Mientras no se reconozca el fracaso teórico y se proceda en consecuencia a introducir reformas estructurales en la organización financiera y monetaria, el mundo estará expuesto a crisis financieras y cambiarias y recesiones cada vez más frecuentes, y a los palos de ciegos de las autoridades monetarias.