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La economía opera con una deficiencia de ahorro sobre la inversión que se cubre con emisión monetaria. Estamos en una economía de oferta. Como lo dice su nombre, el ahorro es menor que la inversión. La oferta agregada es menor que la demanda agregada.
La normalización solo se puede lograr con un modelo que baje la tasa de interés y devalúe la moneda, y eleve la tasa de ahorro. En su lugar, se pretende hacer con emisión monetaria que permite realizar la operación, el gasto fiscal, sin el cumplimiento de la regla fiscal.
El mayor gasto del Gobierno no se realiza con recursos tributarios, sino con la emisión resultante en la intervención en el mercado monetario. La economía queda asediada por una compresión de la tasa de ahorro y del producto nacional que se refuerzan. La caída del crecimiento económico baja la tasa de ahorro y el empleo, y esto acentúa la caída del producto nacional. Se confirma, las soluciones que bajan el ahorro son ineficientes, inequitativas e insostenibles.
En síntesis, la economía está abocada a un marco en que el gasto público se realiza con la intermediación en las actividades monetarias y presupuestales que adquieren las divisas en el mercado para sustentar la ampliación del gasto social. La ampliación del gasto se realiza con recursos de emisión que no se registran en la regla fiscal.
Los gastos del Gobierno se incrementaron por encima de la realidad. No se advirtió la caída de la economía. Ahora el Gobierno tiene que recortar el gasto por el excesivo gasto fiscal. El déficit fiscal llega a 5,5% del PIB y probablemente continuará aumentando en lo corrido del año.
Lo que se tiene es un gasto fiscal por encima de los ingresos tributarios que aumentan la demanda por encima de lo deseado. Y si a esto se agrega el déficit en cuenta corriente por la caída de las exportaciones, el desquiciamiento de las importaciones y la reducción de la inversión, se tendría una reducción de la producción (oferta). Se configura un estado de ahorro menor que la inversión, oferta agregada por debajo de la demanda. La solución convencional de mercado, cómo subir la tasa de interés y revaluar la tasa de cambio, conducen al colapso. No hay más opción que un modelo que reconozca la conveniencia de sostener el ahorro sobre la inversión. De otra manera, la economía quedaría abocada a la reducción ahorro que la conduce a un estado de estancamiento con inflación y, en el mediano plazo, al deterioro de la distribución del ingreso.
No se cumplen las leyes de Say y Walras. En cambio, se cumple la evidencia de 70 años que señala que el ahorro y el empleo son altamente complementarios y están altamente relacionados con la producción (producto nacional).
En oportunidades anteriores insistí en qué país no tenía un modelo adecuado para enfrentar el estado actual de estancamiento con inflación. Los modelos dominantes están orientados a bajar la inflación con la contracción de la producción. Lo que se requiere es un modelo que baje la inflación y amplíe la producción, y no es otra cosa que la intervención del Gobierno para sostener el ahorro mediante la instrumentación de oferta, como es aumentar la demanda de dinero por encima de la oferta, y no al revés.
En cierta forma, el Gobierno en el esfuerzo desesperado por aplicar las reformas sociales, ha provocado una reducción de la tasa de ahorro que no es viable dentro del ajuste macroeconómico.
Los hechos se han encargado de demostrar que la realización de los programas sociales no es viable sin un modelo que eleve el ahorro mediante el ajuste macroeconómico. Simplemente, no es posible una organización que realice al mismo tiempo las reformas sociales y el ajuste macroeconómico que baja la tasa de ahorro. La economía quedó abocada a una reducción de la tasa de ahorro que impide el logro de los dos objetivos. Está montada en un modelo que contrae la producción y sube la inflación. Lo que se requiere es un modelo
que amplíe la producción y baje la inflación, y ello no es posible dentro de una organización que contrae la tasa de ahorro, y más, contrae el empleo.
