Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Como lo señalé en las dos columnas recientes, la economía colombiana experimenta una fuerte reducción de la tasa de ahorro que genera un estado de desequilibrio que reduce el salario. La confluencia de baja tasa de ahorro, revaluación y baja de salarios configura un embrollo que contrae la producción, y por consiguiente el empleo.
Por su parte, las reformas a la salud y pensional generan cuantiosas erogaciones que ampliarían el déficit fiscal por encima de 5 % del PIB y configurarían con el déficit en cuenta corriente una suma mayor de 10 % del PIB, que no es sostenible.
La economía no puede recuperar el estado normal mientras que la tasa de ahorro descienda, y la tasa de cambio se revalúe y el déficit en cuenta corriente se salga de cauce.
Sin embargo, el ajuste no se puede hacer con los diagnósticos que presumen que la economía opera con ahorro sobrante y el mercado está en condiciones de sostener la economía con la inflación objetivo de tasas de interés y la modalidad de cambio flexibles. No se trata de proyecciones ni de adivinanzas. Estamos ante hechos factuales en que el ahorro desciende, la tasa de ocupación baja, el tipo de cambio se revalúa y la balanza de pagos se sale de cauce. El daño no se puede remediar con acciones que lo agravan, como el alza de la tasa de interés y la modalidad de cambio flexible. La solución es un modelo económico basado en las condiciones de desequilibrio que baje la tasa de interés e intervenga el mercado para devaluar la moneda en forma directa. La tarea solo la puede realizar el Banco de la República y el Gobierno.
Se montó una economía fundamentada en las condiciones de libre mercado (oferta igual a la demanda) y se buscó regularizar con un modelo basado en soluciones de mercado que no se cumplen en la realidad, como elevar la tasa de interés, sostener los tipos de cambio flexibles y mantener la represión monetaria. Todas estas políticas provocan la revaluación del tipo de cambio que reduce del ahorro interno y amplía el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos.
En un principio la contracción del ahorro interno y externo se contrarrestó por el rápido aumento de la tasa de ocupación de la fuerza de trabajo. En 2021 la economía consigue superar la caída del producto de 2020. Flor de un día. El aumento de la tasa de participación de la fuerza de trabajo ha declinado rápidamente en el último año. La economía está expuesta a una caída de la tasa de ahorro y de la tasa de ocupación de la fuerza de trabajo. Es el peor de los mundos. La economía queda abocada a una reducción de la tasa de ahorro, estancamiento de la producción y el empleo y desborde de la balanza de pagos.
La economía no viene bien de atrás y este Gobierno no ha hecho mayor cosa para remediarlo. El país está montado en el ciclo de estancamiento e inflación mayor del siglo. La economía cayó 7 % en 2020, rebotó en 2021, volvió a caer a mediados de 2022, y ahora se acentúa en el 2023, cuando crecerá a un ritmo negativo. En fin, la economía está expuesta a múltiples ajustes perversos que la dejan a la deriva y la conducen al colapso. La solución es un nuevo modelo que reconozca la realidad del desequilibrio a todos los niveles, y proceda a remediarlos con acciones propias de economía positiva, como bajar la tasa de interés, devaluar la moneda en forma directa, desmontar la represión monetaria y aumentar la tasa de ocupación de la fuerza de trabajo.
De las tres reformas sociales concebidas por el Gobierno en materia de salud, pensiones y laboral, la más factible es la laboral, porque no significa mayores transferencias fiscales que reduzcan la tasa de ahorro. El alza de los salarios elevaría los ingresos del trabajo en el PIB y mejoraría el coeficiente de Gini.
La realidad se ha encargado de dictaminar que los programas sociales de la actual administración no pueden realizarse en forma de choque. Se requiere una mayor gradualidad que es determinada más por los hechos que por los deseos.
