En varias oportunidades señalé que la recuperación de la economía evolucionaba lentamente. Al final del año pasado anoté que la recuperación de la economía basada en el estimativo de demanda sobreestima la realidad. La caída de la producción efectiva en 2020 fue mucho mayor que el avance en 2021 con el rebote; en el primero la producción cayó 7 % y en el segundo aumentó 5 %. La información reportada en la última semana por el DANE revela algo parecido. El aumento de la pobreza en 2020 fue tres veces mayor que la recuperación en 2021.
La profundización del modelo de libre mercado debilitó en forma notable el funcionamiento de la economía a partir de 2015. El producto nacional crece a la mitad de la tendencia histórica. En este contexto, las medidas de confinamiento que suspendieron la producción quebraron la igualdad entre la oferta y la demanda agregada. El sistema quedó a la deriva. La producción y el empleo crecen muy por debajo de la tendencia histórica, causando toda clase de efectos traumáticos. La producción y el empleo crecen muy por debajo de la demanda agregada, las importaciones y el déficit en cuenta corriente se disparan, y la inflación aumenta y se torna inercial.
La falla estuvo en haber adoptado la cuarentena sin medidas económicas complementarias que aliviaran el impacto inicial de la reducción del ahorro. Al igual que ocurre con los cuerpos físicos, las caídas de las economías causan daños que se multiplican y refuerzan. En cualquier caso, los daños de la caída de la economía en 2020 se han debido enfrentar de inmediato y no esperar que el remedio proviniera del mayor ciclo de producción del siglo.
La economía no está bien. Las cifras tangibles de producción y el disparo de la inflación confirman que la oferta de bienes es muy inferior a la demanda, se presentan en forma más pronunciada en la industria y la agricultura, y se ratifican en la información financiera. El faltante de ahorro adquiere la forma de déficit fiscal de 8 % del PIB, déficit en cuenta corriente de 5,5 % del PIB y exceso de demanda sobre la oferta de 3 % del PIB.
No sobra recordar que el mayor avance de la economía colombiana se presentó entre 1950 y 1980, cuando se superaron las limitaciones del ahorro y el atraso de la estructura productivas que venían del siglo XIX. Luego el predominio del modelo de fuerzas convergentes del mercado en materia monetaria, comercial y transferencias de las rentas sociales dejó el sistema sin medios para contrarrestar la caída del ahorro. Las economías quedaron con deficiencias de ahorro que contraen la producción, el empleo y el crecimiento, disparan la inflación, reducen los ingresos del trabajo en el producto nacional y, lo más grave, deterioran la distribución del ingreso.
Lo cierto es que la actual administración dejará una reducción del ahorro y un atraso en la estructura productiva que se tendrán que subsanar en la siguiente administración. De otra manera, la economía quedaría expuesta a un serio deterioro de la producción, el empleo, el crecimiento, la estabilidad de precios y la distribución del ingreso. La solución la he presentado en forma insistente y se resume en un nuevo modelo que recupere la tasa del ahorro, eleve la productividad del trabajo y sostenga el salario. Primero, la reforma monetaria para ampliar el acceso al crédito de la industria y la agricultura y la oferta de dinero; segundo, la modificación de la composición comercial y sectorial, y tercero, la racionalización de las transferencias sociales, en particular las pensionales.