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DE NUEVO SE CUMPLE EL RITUAL DEL salario mínimo. Luego de una negociación inconclusa, el Gobierno lo ajusta cerca de la inflación.
El país está perdiendo la oportunidad de influir en una de las variables que tienen mayor impacto sobre la pobreza y la informalidad. En abierta digresión con el modelo neoliberal, algunos países, entre ellos Brasil, han empleado recientemente el salario mínimo para elevar la demanda agregada y reducir la pobreza.
El mercado laboral es una de las grandes fallas del sistema. La apertura económica a principios de la década del 90 provocó un disparo sin precedentes del desempleo que indujo a los trabajadores a aceptar menores salarios para obtener cualquier empleo. El proceso se agravó en los últimos dos años. En el reporte más reciente del DANE el aumento del empleo está representado por trabajadores informales. Al punto que el principal problema de la economía ya no es el desempleo, sino la pauperización del trabajo con bajas remuneraciones.
En todo esto han tenido una enorme responsabilidad los desaciertos cambiarios. Las autoridades económicas buscaron compensar la reducción de los ingresos de las empresas de bienes transables con una disminución de los costos mediante bajas de aranceles, subsidios al capital y proliferación de zonas francas. Por su parte las empresas, en particular las multinacionales, para sacar el máximo beneficio del estímulo procedieron a sustituir masivamente el empleo por importaciones.
Así, en la industrial las importaciones se cuadruplicaron y el empleo se redujo a las dos terceras partes en los últimos quince años. Los trabajadores se han visto desplazados a la informalidad con salarios inferiores al mínimo.
Se configuró una seria encrucijada. El alza del salario mínimo induce a la informalidad y su depresión también, porque contrae la demanda. Lo más fácil sería realizar una gran devaluación, eliminar las compensaciones y darle rienda suelta al salario mínimo. Sin embargo, una disposición de este tipo ocasionaría ajustes bruscos y se vería frustrada por las condiciones externas de inundación de dólares.
El mejor camino es ajustar el salario mínimo en más de 10%, eliminar algunas de las compensaciones al tipo de cambio y adoptar un subsidio considerable al empleo. No bastan los programas de exención a los parafiscales, a las empresas informales y al primer empleo que cursa actualmente en el Congreso. Es necesario ir mucho más lejos en la conformación de un gran fondo financiado con recursos del sector financiero para subsidiar en medio salario mínimo a todas las empresas debidamente registradas que incrementen la contratación de trabajadores formales. La propuesta permitiría formalizar a un millón de trabajadores por cada punto del PIB destinado al fondo y elevaría considerablemente el ingreso de los trabajadores con salario igual o menor al mínimo.
En este momento el ajuste aislado del salario mínimo se ve seriamente bloqueado por el disparo de la informalidad y las condiciones externas. En cambio, aparece perfectamente factible dentro de la creación de un amplio subsidio al empleo que tendría el doble propósito de proteger las actividades transables ante las tendencias de revaluación y reducir la informalidad. En poco tiempo se manifestaría en una reducción de la pobreza en varios puntos porcentuales y en una ampliación de la demanda que aceleraría el crecimiento económico.
