Las masivas protestas de los últimos meses en varios países de América Latina —para no mencionar las de los chalecos amarillos en París o las de Barcelona— son un llamado de atención para sus gobernantes. Algunos sectores las han descalificado por presuntas infiltraciones por parte de actores externos e incluso por ser una conspiración inspirada por el castrochavismo y sus aliados.
Estas acusaciones, ciertas o no, impiden dimensionar y enfrentar el impacto de la crisis de la democracia y la creciente insatisfacción de los ciudadanos de la región con este sistema, la cual pasó, según el Latinobarómetro 2018, del 51%...
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