Hace unos años, la entonces vicepresidenta Marta Lucía Ramírez les recomendó a las jóvenes que no estudiaran carreras como sociología o psicología, por cuanto estas eran mal remuneradas y había demasiados egresados. A cambio, les propuso estudiar otras carreras más rentables, como matemáticas o ingeniería. Traigo a colación esta afirmación porque refleja lo que viene sucediendo en varias universidades, donde con frecuencia priman criterios de rentabilidad o del mercado sobre las necesidades del país.
Es cierto que, sobre todo a raíz de la pandemia, las finanzas de muchas universidades del país se vieron afectadas por la disminución de estudiantes matriculados, bien sea por el impacto que esta tuvo en los ingresos familiares y la imposibilidad de asumir los altos costos de las matrículas, bien porque muchos jóvenes hoy en día consideran que la relación costo-beneficio entre incurrir en este gasto por un lado, o incursionar en el mundo de las tecnologías informáticas, más afines a sus intereses y que en muchas ocasiones no requieren ir a una universidad no se justifica. Ante esta situación, muchas universidades se han visto abocadas a cerrar programas, reducir el número de profesores, contratar docentes menos calificados y disminuir las inversiones en actividades propias del quehacer académico que redundan en la calidad de la docencia y la investigación académica.
A este difícil panorama se suman las denuncias por presunta corrupción, amiguismos y problemas financieros que han sido denunciados en las últimas semanas en varias universidades del país, tanto públicas como privadas. Asimismo, presuntas irregularidades en la adjudicación de contratos en el Ministerio de Ciencias, la inestabilidad en los cargos directivos del mismo, todo esto enmarcado en la asignación de un presupuesto muy reducido con relación a años anteriores.
En ambos casos, las humanidades y las ciencias sociales son el eslabón más débil de la cadena, porque por su baja “rentabilidad” para las universidades y supuestamente para los estudiantes, en particular para las mujeres, como dijo la exvicepresidenta. Si bien este puede ser un argumento válido desde el punto de vista financiero, debe suscitar reflexiones sobre lo que significa para la sociedad y el país acabar o incluso debilitar programas de estas disciplinas.
Las humanidades y las ciencias sociales son fundamentales para conocer y entender nuestra historia, nuestra geografía, nuestra cultura, nuestras identidades, nuestros problemas y debilidades, los desafíos que enfrentamos, pero también nuestras fortalezas. Conocer y entender nuestra historia y nuestro presente nos permitirá formar a mejores ciudadanos, visualizar y construir un mejor futuro, y, por qué no, según el nombre, humanizarnos y no repetir los errores del pasado.
Nota: Jaime Vásquez, abogado y veedor de Cúcuta, fue asesinado por denunciar hechos de corrupción en esa ciudad. Este asesinato se suma al de muchos periodistas y líderes sociales que han corrido la misma suerte por develar acciones corruptas y a quienes incurren en ellas. Ojalá este lamentable hecho sirva para que el Congreso de la República apruebe el proyecto que fue presentado el pasado 15 de marzo, que busca proteger a los denunciantes de corrupción, no solamente para preservar sus vidas, sino crear condiciones para tramitar las denuncias.