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Qué nos une y qué nos debe unir en la diferencia

Elisabeth Ungar Bleier

12 de diciembre de 2024 - 12:05 a. m.

La polarización es un fenómeno que hoy afecta a la mayoría de los países del mundo. Esta se ha convertido en uno de los detonantes de la violencia verbal y física entre los ciudadanos, entre estos y los gobernantes, e incluso entre familias y amigos. Además, obstaculiza la posibilidad de llegar a acuerdos sobre temas fundamentales que afectan la vida y el bienestar de la sociedad.

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Es importante que reflexionemos sobre este fenómeno y, sobre todo, buscar y promover alternativas para llegar a acuerdos en torno a mínimos que deberían ser irrenunciables. El reconocimiento a la diversidad de opiniones, de género, raza, condiciones socioeconómicas, nacionalidad, creencias religiosas y posiciones políticas es uno de ellos. No se trata de que todos pensemos igual sino de respetar esas diferencias.

A propósito de este tema, la filósofa norteamericana Marta Nussbaum, a quien recientemente la Universidad de los Andes le otorgó el Doctorado Honoris Causa, en su discurso de aceptación abordó este tema. Le confirió especial relevancia a la educación que en la actualidad reciben los niños y jóvenes como un factor que debe ser abordado con urgencia si queremos preservar la democracia y superar lo que ella considera la crisis de grandes proporciones a nivel global. Una crisis que, en su opinión, pasa inadvertida y que afecta el futuro de la democracia. Se refería a la crisis de la educación. “La sed de las naciones y de las personas por beneficios económicos, y sus sistemas educativos, están ignorando las capacidades y habilidades necesarias para mantener viva la democracia. Si esta tendencia continúa, todos los países muy pronto producirán generaciones de máquinas útiles, en lugar de ciudadanos capaces de pensar por sí mismos, comprender el significado del sufrimiento de los demás y sus logros, y enfrentar los críticos problemas ambientales”.

Muchos pensarán que esto es una utopía o una exageración, pero lo cierto es que merece una reflexión así no sea el factor determinante de la crisis de la democracia, en especial en los países con altos niveles de desigualdad y que aspiran que los ciudadanos se empoderen. En concreto, Nussbaum se refiere a tres habilidades que deben transmitirse a las a través del sistema educativo: en primer luchar, la capacidad de no aceptar una creencia o ideología simplemente porque viene de la tradición, un mandato autoritario o las costumbres y que la puede cuestionar con argumentos; es decir, personas que tienen capacidades para deliberar y dialogar sin agredir e ignorar las opiniones del que piensa diferente. En segundo lugar, la capacidad de no verse simplemente como ciudadanos de un país o grupo, sino como personas que pertenecen a un mundo diverso. Por último, la habilidad de que entender y tener empatía, entender qué sentiría y cómo se viviría si estuviera en los zapatos del otro.

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En países como Colombia, donde la polarización se ha ido asentando y generalizando cada vez más, podemos comenzar a aplicar esas habilidades de las que habla Nussbaum, no solamente en el sistema educativo sino en nuestra vida cotidiana. Eso nos puede llevar reconocer la importancia del diálogo informado, ya no como una opción, sino como una necesidad inaplazable si queremos contribuir a preservar la democracia. Quizás así entendamos qué nos une y que nos puede y que nos debe unir en la diferencia.

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