Hace unas semanas me encontraba fuera del país cuando leí que el presidente Gustavo Petro no asistió al evento de reconocimiento a las víctimas del genocidio de cientos de militantes de la Unión Patriótica. Familiares y sobrevientes se quedaron esperando en la Plaza de Bolívar la presencia de quien, como primera autoridad del Estado, pediría disculpas por esos hechos. Era un acto simbólico de justicia y reparación que no se dio.
Si bien en muy pocas ocasiones me he referido a temas personales en esta columna, hoy lo hago porque este hecho coincidió con el propósito de mi viaje a Austria, el país donde nacieron mis padres y del que...
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