Hay ocasiones en las que uno no sabe si es mejor reír o llorar. Eso fue lo que me sucedió el pasado domingo leyendo la entrevista en El Espectador al jefe de Despacho de la Presidencia, Alfredo Saade. Pero preferí reír porque pensé que estaba leyendo una sátira o un mal chiste. Cuando el entrevistador le preguntó si el Gobierno reconocía algún error, respondió lo siguiente: “Creo que el error que hemos cometido es de pronto trabajar de cerca con la oposición, no haber sido fuertes y haber tenido la mano más firme de haber sacado de los cargos a la oposición, sino que el presidente es excesivamente democrático y hay que respetarle eso”. ¿Acaso se puede ser excesivamente democrático? Lo que sí se puede ser es poco o nada democrático.
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Pero no era un chiste. A todo lo largo de la entrevista, el señor Saade, quizás una de las personas más cercanas al presidente Petro, reiteró que al país lo que más le convendría sería su reelección por veinte años. Añadió que ya no lo atacarían, porque los bukelistas del país le permitieron al presidente de El Salvador poder estar en el gobierno las veces que quiera. Es decir, si Bukele puede, por qué él no, si el pueblo así lo decide.
Triste ejemplo sería emular a quien se ha convertido en uno de los peores dictadores del continente. Ahí fue cuando pensé que es mejor llorar. Sobre todo, cuando arrecian los ataques a la prensa, a los jueces y las altas cortes, a los órganos de control, la oposición, los empresarios, al registrador Nacional y más recientemente a la Junta Directiva del Banco de la República cuando este no hace lo que el presidente quiere.
Las virtudes que debe tener un demócrata son todo lo contrario. Debe respetar y proteger a quienes piensan diferente, garantizar la libertad de expresión, no interferir en la separación de poderes, y la alternancia en el poder. Ojalá que, respecto a lo que afirma el señor Saade en el sentido de que “el país puede tener plena tranquilidad de que habrá elecciones”, estas se desarrollen y con plenas garantías no solamente para los que él denomina “el poder popular”, sino para todos los ciudadanos.
Nota. La HJCK, un patrimonio cultural que no debe desaparecer. Para muchos colombianos, la HJCK fue un hito de la música, la literatura y la cultura en Colombia. Ahora, tras 75 años de existencia, esta apaga sus micrófonos. Por decisión de sus últimos financiadores, Caracol Televisión, se cierra una etapa muy importante de la cultura en Colombia. Quizás los jóvenes no saben la importancia que tuvo, pero creo que no es exagerado afirmar que cientos de poetas, escritores, concertista y músicos de Colombia y seguro de muchas partes del mundo fueron entrevistados. Personalmente me une un cariño muy especial con Álvaro Castaño Castillo y Gloria Valencia de Castaño. Mi padre, Hans Ungar, durante muchísimos años tuvo un espacio todos los domingos para hablar de libros y literatura. Pero además, entablaron una gran amistad no solo con él sino con Lilly, mi madre. Recuerdo sus visitas y las largas tertulias en la Librería Central del Parque Santander y en la en la casa Ungar, otro patrimonio difícil de sostener. Ojalá que el cierre de la emisora HJCK no sea un adiós sino solamente un hasta pronto.