Mucho se ha hablado sobre esa actitud de “enterrar” la cabeza y no ver nada a su alrededor. Este es el manual, comprimido, de cómo poner en práctica los preceptos de este pensamiento filosófico.
Todo comienza con la oración de por la mañana. Favor repetir varias veces: “Aquí no está pasando nada, aquí no está pasando nada”, durante 15 minutos respirando en forma pausada, como haciendo yoga. Esto le permite comenzar a limpiar el cerebro.
–Si su hija no llegó a dormir diciendo que se quedaba en la casa de una amiga y usted bien sabe que está con el hamponcito que lo único que quiere es meterla en una cama, acuda a la oración clave:
“Aquí no está pasando nada”.
–Si su hijo, que es medio borrachín, la última vez que manejó el carro le dejó varias abolladuras y se agarró a puñetazo limpio con un taxista, le ganó al taxista pero le quedó una tronera en la cabeza por el varillazo que le dieron, por donde se escaparon las pocas buenas ideas que albergaba, repita:
“Aquí no está pasando nada”.
–Si su jefe le comenta que Andrés, el lagarto de la oficina con cola de tiranosaurio rex y además tramposo, va a reemplazarlo en el puesto que usted ha logrado con tanto esfuerzo y, además, el dueño del balón le describe los beneficios de tener una oficina en la planta baja –léase sótano– del edificio de la empresa donde podrá tener a una rata como secretaria, repita:
“Aquí no está pasando nada”.
–Si el familiar que usted creía cercano y fiel decide, como el santo apóstol Pedro, negarlo tres veces, repita:
“Aquí no está pasando nada”.
–Si al amigo a quien le prestó un dinero se lo encuentra en la calle y este le echa el cuento de que ha tenido muchos problemas de amnesia y está a punto de no saber ni cómo se llama y menos acordarse sobre préstamos, repita:
“Aquí no está pasando nada”.
–Si encuentra a su esposo o su esposa en posición fuera de lugar, como dirían en futbol, con alguien que no es usted –obvio–, repita:
“Aquí no está pasando nada.”
–Si el pecho y la panza que usted ha cultivado con tanto cariño reciben un comentario de su esposa al llegar a su casa después de estar dos horas en el tráfico de las 6:30 p.m. en Bogotá, algo así como “oye, mañana salgo de compras y me gustaría saber qué tamaño de copa te queda más cómoda, repita:
“Aquí no está pasando nada”.
–Si usted está en la piscina del club en Anapoima y se le acerca una casada muy churra, que usted cree utópicamente que le está parando bolas, y ella le dice con voz sensual: “Es que pareces el doble de Tarzán”, pero apenas su rostro se va a iluminar le aclara: “En kilos y barriga, claro está, alita”, repita:
“Aquí no está pasando nada”.
–Si después de hablar con su ex y explicarle que está al borde de morirse de hambre, y que por esa razón no le ha pasado la pensión después de seis meses, tiene la mala suerte salir en alguna revista del jet set en foto a todo color, completamente bronceado en Bora Bora, capital de Tahití, paraíso del Pacífico, con una local a la que solo le gusta usar el hilo para todo, repita:
“Aquí no está pasando nada”.
–Si en su visita anual al médico de cabecera el doctor le dice:
“Va como lo esperaba”.
“O sea que bien”, se adelanta usted.
“Bueno, siga así, disfrutando de la comida con bastante grasa, el trago, con poco ejercicio, fumando como le gusta, dos paquetes diarios, y para la Navidad tendrá que pedirle al Niño Dios una silla de ruedas”, repita:
“Aquí no está pasando nada”.
En el YouTube podrá ver algo diferente: organillos y cajas de música antiguos en un museo de una ciudad muy vieja de Holanda: Utrecht.
Que tenga un domingo amable.