La reina que lloraba en silencio

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Enrique Aparicio
16 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
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 Ese día la zarina se levantó con la cabeza que le estallaba; no era el miedo, era una gran angustia. El peso emocional le resultaba insoportable. La culpabilidad la embargaba por llevar en su sangre el gen de la hemofilia, un problema genético hereditario que trasmiten las mujeres. Quien lo padece tiene problemas de coagulación y cualquier herida por pequeña que sea puede causar un desangre y, en última instancia, la muerte.

La zarina fue despertada de su angustia, no de un sueño, pues dormía muy poco.  Su ayuda de cámara le informó: “Madame, la Sra. Anna Vyrubova  se encuentra esperando.”  Anna era una amiga sincera y respetuosa de su relación con la zarina y una de las pocas personas que le podía decir la verdad de lo que ocurría en el reino.  Esperó a que le ofrecieran su infusión favorita para comenzar a hablar.  Inició la conversación en tono grave como solía hacerlo cuando iba a hacer un comentario sensible.  Así comenzó: “Mi querida Alexia, sabes que eres como mi hermana mayor a quien le tengo toda mi confianza y es por eso que te quiero contar lo que está pasando en nuestra querida Rusia.  El zar, dicen las malas lenguas,  ha abandonado los asuntos del imperio y se esconde en el seno de la vida familiar para no hacer nada ni ponerse al frente de los problemas.  En las grandes revueltas no se le ha visto como un líder.  Por ejemplo en la huelga general de 1905 la gente gritaba: “Dónde está el zar, dónde está el zar”. Y así por un rato largo su amiga y confidente le habló a la emperatriz desde el corazón.

La historia comienza aquí. La familia de la emperatriz fue la portadora del desorden genético y la victima, el heredero al trono imperial de Rusia. La zarina sentía que tenía la responsabilidad de haber dejado a la dinastía Romanov sin heredero.  Su esposo, Nicolás II hijo de  Alejandro III, formaba parte de la dinastía que comenzó en 1613 y terminó en 1917.  La historia es dura con Nicolás II.  No tenía las dotes para dirigir el basto imperio que heredó de su padre, quien fue tristemente consciente de que su heredero no iba a poder llevar el peso del imperio. A todo esto sus vínculos con la nobleza se habían debilitado enormemente.  No puso atención en cultivar las relaciones públicas: ya no había ni fiestas ni  bailes pues el zar era  reacio a ellos.  Además se le señalan múltiples errores que finalmente lo llevaron a la abdicación y luego a su asesinato con el resto de la familia. Algunos de los principales se citan aquí.

La derrota de los ejércitos imperiales a manos del ejército del Japón con lo que se acabaron las ambiciones de invadir Manchuria y Corea.  Se había pensado que la guerra sería ganada sin problemas por Rusia y que sería una forma de conseguir la unión interna de la madre patria.

La intromisión del consejero Rasputín le creó grandes enemistades, sin embargo este monje loco y borracho era apoyado incondicionalmente por la zarina quien lo consideraba un santo pues logró en un momento dado que el heredero, cerca de la muerte, se recuperara, lo que no había podido hacer ningún medico de la corte.

El monje llegó a tener tal poder en la corte rusa que convenció al zar para que sacara al gran general que comandaba los ejércitos y se pusiera él al frente. Nicolás II no tenía la menor idea de cómo dirigir a los ejércitos imperiales. 

El resto de la historia tiene momentos de errores catastróficos por la falta de idoneidad del zar, cuando, por ejemplo, el día de la mujer una gran multitud de mujeres salieron a la calle a exigir derechos iguales  y protestar en contra del gobierno por la escases de alimentos. Nicolás II cometió el gran error de ordenar disparar contra aquella multitud de gente inocente. Estamos viviendo el 8 de marzo de 1917, día de la mujer en Rusia. El ambiente estaba cargado con la idea de que la caída del zar era eminente. 

Esa masacre ordenada por Nicolás II  fue la gota que inició la caída del imperio de los zares  y la dinastía Romanov.  Estamos hablando del año 1917.  Primero se organizó un gobierno temporal  y luego, después de una multitud de componendas políticas y luchas de poder,  Lenin ocupó el liderazgo de la ex Rusia Imperial. Al zar y al resto de su familia los alojaron en una casa acomodada como cárcel en Ekaterimburgo. Un buen día de sol, soldados del ejército Bolchevique se presentaron y se los llevaron al sótano donde tomaron fotografías de cada uno de los miembros  de familia y luego  procedieron a fusilarlos. Así comenzó la nueva era de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

En el YouTube se podrán observar varias tomas que hicimos de la exposición temporal: “1917 Romanov & Revolución” en la sucursal del Museo Hermitage en Ámsterdam. Un bello edificio antiguo en pleno centro de la ciudad donde los holandeses no se ahorraron ningún dinero para su remodelación.

https://youtu.be/23sHn_c6-RY

Que pase un domingo amable.

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