Todo es efímero salvo el sentimiento de renovación. No es sino observar la naturaleza donde el cambio permanente predomina. En las relaciones humanas, en el trabajo, en el ámbito familiar, en la relación emocional, lo efímero se acaba cuando nace el sentimiento de nuevos horizontes diarios que nutren el deseo de vivir.
A los ciudadanos de a pie, como muchos de nosotros, nos es difícil captar la imaginación incansable de los grandes artistas que permanecen en la constante búsqueda de cómo mejorar su expresión artística a través del cambio, de romper con lo tradicional. Para el ciudadano del que hablamos este tiende a resistir cualquier cambio en su vida y más cuando una estabilidad supuestamente segura está dibujaba por la maquina social, o sea la propaganda que define qué es la felicidad. Una vez alcanzada la “felicidad” el hombre ya no se interesa por nuevos desarrollos.
Para el artista es todo lo contrario, cada búsqueda lo lleva a un nuevo reto, a un nuevo camino. Aun en las cosas supuestamente nimias, como la mezcla de varios colores que le dan el tono de un fondo nuevo para una idea. Ciertos trazos que muestran un cambio de estilo, de visión de los paisajes y figuras, pueden ser el inicio de la senda para un nuevo descubrimiento.
Piet Mondrian fue uno de los creadores, hacia 1917, de la corriente artística conocida como “El Estilo” o “Neoplasticismo”. Un movimiento donde convergen la pintura, el diseño y la arquitectura en búsqueda de la abstracción pura, para lo que simplifican al máximo la forma y el color.
Este pintor nació en Holanda en 1872. Para romper con las formas clásicas de su pintura, a los 40 años decidió dejarlo todo e irse a París en su búsqueda por mejorar su visión artística. Fue una decisión dura pues en Holanda tenía un nombre y sus cuadros se vendían, pero el medio parisiense era otra cosa y su trabajo tuvo poca salida. Sin embargo no se echó para atrás y su vida de artista cobró nuevo vigor.
Vivió 3 años en París. La Primera Guerra Mundial estalló mientras él estaba de visita en Holanda y se tuvo que quedar ahí de 1914 a 1919. Pero la capital francesa lo llamaba y después de varias peripecias de todo tipo se volvió a instalar en su atelier en Rue du Depart. Estamos caminando el año de 1921 y casi su único sustento en ese momento era los cuadros que enviaba a Holanda, donde se vendían bastante bien.
Ya en su pintura el cambió comienza a ser un hecho. Son los trazos horizontales y verticales los que comienzan a acompañar al artista. Al principio las vicisitudes monetarias no ayudan, sin embargo a mediados de los 30s tiene ya un estudio en un boulevard conocido de la ciudad donde logra la tranquilidad y el espacio mental necesario para trabajar. Pero el destino da un nuevo revés y trae la sombra de la guerra iniciada por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, es decir los Nazis, quienes catalogan las expresiones artísticas de pintor como un arte degenerado.
Piet Mondrian intuye que es hora de partir nuevamente y con la ayuda de unos amigos americanos, viaja a Londres en 1938 y de ahí a Nueva York en 1940.
Su evolución se puede ver más claramente en su trabajo en Nueva York. La metrópoli era un sitio en ebullición donde la abundancia de avenidas llenas de automóviles y rascacielos representaba para Mondrian una realidad de líneas horizontales y verticales. Era su nueva forma de ver el universo.
Mondrian murió el 31 de enero de 1944 rodeado de amigos y con el reconocimiento mundial de su obra.
En el You Tube aparece parte de su evolución como pintor. En principio están los paisajes en Holanda, su tono triste y gris del invierno es, digamos, su etapa básica. Después viene el concepto de la necesidad de comprender que la reflexión y absorción de la luz hacen parte integral de un trabajo de un cuadro. Que los trazos verticales y horizontales en su encuentro se anulan y el resultado es la pintura. Mondrian insistió que su mejor profesor fue la naturaleza. Para él la realidad no es lo que se ve, sino lo que se trasmite.
La exposición temporal “El descubrimiento de Mondrian. Ámsterdam, París, Londres, Nueva York” estará abierta hasta el 24 de septiembre en el Museo Municipal de La Haya (Gemeentemuseum).
Que tenga un domingo amable.