La adicción a trabajar es sin duda una de las peores pues te sientes inútil si no estas haciendo algo que según tu vale la pena. Yo soy un exponente de tan dañina tendencia.
Por eso cuando le propuse a mi compañera que escogiéramos un lugar para sentarnos en una terraza y no hacer nada, pensó que estaba pasando por un momento de crisis existencial descontrolada.
-Nunca te he visto así. Cuéntame la verdad, prometo no decirle a nadie, ni a tu familia (me lo dijo para calmarme).
Pues la verdad es que supe de un pueblito de pescadores en la costa atlántica francesa. Se llama San Juan de Luz y según me dio a entender un amigo, solo tienes dos opciones: sentarte en una terraza frente al mar para ver pasar la vida y comer excelente pescado.
La compañera, cuando le conté, fuera de dejarme hablar solo, ya tenía preparados los dos morrales que solemos usar para nuestras travesías. Y sin pensarlo dos veces estábamos tomando el tren que nos llevaría mas allá de la mitad de Francia y con algún cambio llegaríamos a San Juan de Luz. Con ojos maliciosos me preguntó: ¿Y es que será posible ver el mar desde nuestra habitación?
Para quienes han tenido la bondad de leerme me despido hasta dentro de tres semana.
La adicción a trabajar es sin duda una de las peores pues te sientes inútil si no estas haciendo algo que según tu vale la pena. Yo soy un exponente de tan dañina tendencia.
Por eso cuando le propuse a mi compañera que escogiéramos un lugar para sentarnos en una terraza y no hacer nada, pensó que estaba pasando por un momento de crisis existencial descontrolada.
-Nunca te he visto así. Cuéntame la verdad, prometo no decirle a nadie, ni a tu familia (me lo dijo para calmarme).
Pues la verdad es que supe de un pueblito de pescadores en la costa atlántica francesa. Se llama San Juan de Luz y según me dio a entender un amigo, solo tienes dos opciones: sentarte en una terraza frente al mar para ver pasar la vida y comer excelente pescado.
La compañera, cuando le conté, fuera de dejarme hablar solo, ya tenía preparados los dos morrales que solemos usar para nuestras travesías. Y sin pensarlo dos veces estábamos tomando el tren que nos llevaría mas allá de la mitad de Francia y con algún cambio llegaríamos a San Juan de Luz. Con ojos maliciosos me preguntó: ¿Y es que será posible ver el mar desde nuestra habitación?
Para quienes han tenido la bondad de leerme me despido hasta dentro de tres semana.