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“Al que juró hasta que ya nadie confió en él; mintió tanto que ya nadie le cree; y pide prestado sin que nadie le dé; le conviene irse a donde nadie lo conozca”, dijo el pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson.
La mentira y el engaño son detestables, vengan de donde vinieren; pero es de mayor gravedad cuando vienen de los gobernantes; y por desgracia eso está ocurriendo en Colombia con el presidente Santos. Para sustentar estas afirmaciones basta con citar solamente dos de los más recientes casos en los que el Gobierno se vio “cogido” en la mentira. Y tienen que ver, el primero, con las intenciones de comprar aviones de combate F-16, y el segundo, con la presentación engañosa que dio a unas obras del acueducto del Carmen de Bolívar. Ambos tuvieron un amplio despliegue mediático.
Una vez puso en evidencia el expresidente Uribe, a través de su cuenta de Twitter, el caso de los aviones de combate F-16, salió el propio presidente Santos a desmentirlo; dijo: “Ahora se están inventando que estamos comprando aviones F-16. ¡Por Dios! A nadie se le ha pasado por la imaginación la compra de nuevos aviones para la Fuerza Aérea. Acabamos de repotenciar nuestros aviones Kafir”. Pero, a Santos no le contaron que Uribe citó la fuente de la información, ni que el periódico gobiernista El Tiempo también lo había publicado, ni que la información había salido en el prestigioso Portal “Noticias militares de Latinoamérica”, el 22 de julio de 2013. Tampoco le informaron que ya era público que la persona encargada de adelantar las gestiones para concretar el negocio de dos lotes de 12 a 18 aviones F-16 tipo Lockheed Martin, era su muy cercano amigo Felipe Jaramillo; el mismo que intermedió en otros negocios de armas para el gobierno, especialmente cuando Santos fue ministro de Defensa.
Aquí quedan muchas preguntas: ¿por qué a pesar de la evidencia salió Santos afanado a desmentir?; si las gestiones se estaban adelantando, ¿por qué desmentirlas?; ¿había una necesidad del Estado, o un negocio particular? Lo único cierto es que mintió.
En el caso del acueducto del Carmen de Bolívar, el presidente Santos armó tremendo ruido mediático el fin de semana anterior, diciendo que inauguraba una obra en la cual el gobierno anterior no había hecho nada, etc. Sin embargo, parafraseando la sentencia marinera: “el pez muere por su propia boca”; fue su mismo Gobierno el que desmintió al Jefe del Estado. Pues, en un comunicado de prensa (No. 57) la Superintendencia de Servicios, le recordó a Santos que Acuecar, empresa encargada de la obra, estaba intervenida desde 2008 –GobUribe-; que en 2006 el gobierno anterior aportó los primeros $9 mil millones para la obra; y que, entre 2008 y 2010 –GobUribe-, se destinaron $14 mil millones del Fondo de Regalías. Entonces, Santos no dijo que los dos pozos que inauguró se gestionaron e iniciaron en el gobierno anterior, como sí lo dice la SuperServicios, ni que su Gobierno no ha aportado un solo peso para esa obra. Tampoco, que las obras mal hechas corresponden a contratos de la gobernación.
Definitivamente, ‘cae primero un mentiroso, que un cojo’, y en estos dos casos cayó y muy duro el presidente Santos.
@emaciastovar
