UNA VEZ ENTERADA DE LA INVESTIgación que adelanta la Corte Suprema de Justicia por sus posibles vínculos con las Farc, la senadora Gloria Inés Ramírez se apresuró a desestimar los indicios con los que cuenta el alto tribunal, asegurando que “aquí no hay pactos con nadie y todo lo que hay está relacionado con que se solucione el conflicto por una vía política negociada”.
Yo no creo eso de que no tiene pactos con nadie, porque, tal y como lo he evidenciado, esta congresista ha tenido nexos con las redes defensoras de las Farc en Suecia.
El domingo 13 de julio publiqué una columna en la que denuncié esta situación. Al otro día, las Farc, a través de su página de Anncol, cuyas oficinas están ubicadas en Estocolmo, contestaron a mi columna con improperios, señalamientos falsos y acusaciones temerarias que, por supuesto, ponen mi vida en grave riesgo.
El martes 15 de julio me presenté ante la Sala Penal de la Corte con el fin de presentar un documento en el que narro los hechos que escribí y que, en efecto, me inducen a creer firmemente que entre la señora Ramírez y las células de las Farc en Escandinavia existe una repugnante alianza.
Parece que mis publicaciones les irritan profundamente a las partes involucradas, pues esta semana las Farc nuevamente dieron la orden para que Anncol arremetiera en contra mía. Dicen los extremistas que manejan las comunicaciones de la guerrilla que yo fui un espía en Suecia con la función de identificar a los aliados de la guerrilla, insinuando, asimismo, que dicha investigación ilegal abrió la puerta para la comisión de futuros homicidios. Aseguran también que fui descubierto y que el gobierno sueco me expulsó. Graves sindicaciones que pueden tener dos objetivos: restarle credibilidad a mi testimonio contra Gloria Inés Ramírez o, como ya dije, incitar a mi eliminación física.
Interesante ver cómo los terroristas han asumido la defensa mediática de la senadora Gloria Inés Ramírez, quien insiste en la negación de pactos suyos con la guerrilla. Llama mi atención que esta congresista nunca haya escrito a El Espectador buscando replicar mis señalamientos, que no han sido pocos. Pero como bien me lo dijo alguien que conoce a profundidad este caso: ¿Para qué va a desgastarse en eso, si tiene a la oficina de prensa de las Farc auxiliándola?
Y si alguien tiene dudas de su amistad con los comunicadores guerrilleros, lo invito a que entre a la página de internet de Ramírez, donde aparece destacado un artículo firmado por “Juan Cendales”, uno de los más conspicuos editorialistas de Anncol.
Pero nadie condena estas irregularidades que para algunos son normales, incluidos ciertos defensores de la libertad de prensa que han guardado suspicaz silencio. Los que hace poco se rasgaron las vestiduras cuando un soldado le impidió a un reportero gráfico tomar unas fotografías, se resisten a condenar las amenazas que las Farc lanzan contra quien denuncia las sórdidas relaciones de la congresista en cuestión. Sé que estoy arando en el mar, porque de manera insólita e incomprensible, para esos protectores del libre ejercicio periodístico no hay certeza de que Anncol sea una agencia al servicio de la guerrilla.
Es triste tener que reconocer que la tesis del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, según la cual “la condena de medios de guerra, cuando estos forman parte de la racionalidad de la guerra, equivale, en sana lógica, a negar la legitimidad de una guerra, o a exigirles a los combatientes que, aunque su guerra sea justa, deben perderla”, parece que está siendo copiada por otras organizaciones que con profunda hipocresía dicen no tener sesgos ideológicos, olvidando que los derechos humanos no son ni de izquierda ni de derecha.
