Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
ESTE AÑO LA GUERRILLA RECIBIÓ los más fuertes golpes de su historia. Dejó de existir su máximo cabecilla, ese mismo que bañó de sangre al país y que se hizo célebre a raíz de la violación y posterior homicidio de un par de monjas por allá en la década de 1960.
Raúl Reyes, el desafiante “canciller”, cayó en una límpida operación militar mientras dormía plácidamente en su campamento ecuatoriano.
Luego, Rojas mató y mutiló a Iván Ríos, hecho que aceleró la desmovilización de Karina. Martín Sombra, el frío carcelero de la inconmensurable selva del Guaviare, fue capturado cuando salió de su madriguera.
En pocas palabras, la consolidación de la seguridad democrática hizo de este un año de derrotas y frustraciones para las Farc. Nada fue circunstancial ni dejado al azar; la estrategia comenzó a dar resultados.
Muestra de ello es el departamento de Córdoba. En efecto, allí confluyen diferentes factores generadores de violencia. Las Farc tienen presencia en la zona del Paramillo con los frentes 18, 58 y una columna de la “Manuel Cepeda Vargas”, la “Mario Vélez”, estructuras que, asociadas con la banda criminal del abominable Don Mario, tenían montado un jugosísimo negocio de narcotráfico que a lo largo de este año ha sido desmantelado por cuenta de un exitoso plan operacional implementado por el coronel Jorge Salgado, comandante de la Brigada XI.
La situación era la siguiente: los cultivadores de coca de Valencia, Tierralta y Puerto Libertador subían la pasta base del alucinógeno a los campamentos guerrilleros ubicados en el Paramillo. Allí, la guerrilla fabricaba el clorhidrato de coca que le era vendido a Don Mario, quien a su vez se encargaba de transportarlo hasta los puertos marítimos al noroccidente del departamento. El negocio era redondo; todos ganaban.
Había que cortarles el oxígeno financiero a esos mafiosos, razón por la que se pusieron en marcha cuatro operaciones. La primera de ellas, bautizada Fortaleza, consistió en erradicar las 5.400 hectáreas de coca de manera manual. El éxito fue absoluto por cuanto la supresión de las plantas estuvo acompañada de la incautación de casi 21 millones de semillas. Gracias a eso, hoy la resiembra está por debajo del 5%.
La estrategia iba más allá. Se hacía necesario golpear militarmente a los 540 guerrilleros. La operación Escorpión tiene ese objetivo. Hasta hoy, entre desmovilizaciones, capturas y bajas, se suman 130 hombres.
No podía dejarse de lado a los hombres de Don Mario a quienes era necesario golpear, pues hoy por hoy, las bandas criminales son, sin lugar a dudas, la más grande amenaza que se cierne sobre el país. Con un poder corruptor omnímodo fruto de los multimillonarios recursos que les provee el tráfico de drogas, esas estructuras deben ser, en 2009, un objetivo clave de la seguridad democrática. Por lo pronto, la operación Audaz, que adelantó la brigada de Córdoba, arrojó como resultado 38 bajas y 50 capturas. A esta acción se sumó la operación Fuerza, que consistió en bloquear el tráfico de coca y de los insumos que se emplean en su fabricación. En ella, los números hablan por sí mismos: casi cuatro toneladas de coca incautadas, cerca de 40 toneladas de insumos sólidos y 50 mil galones de insumos líquidos decomisados.
Este es un ejemplo muy importante del éxito de la seguridad democrática y una lección para los críticos que ingenuamente creen que los logros que ésta ha alcanzado son fruto del azar.
