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LA CAMPAÑA ELECTORAL ARRANCÓ en forma. Por los lados de la coalición de partidos que respaldan al Gobierno, la campaña de Andrés Felipe Arias cada día coge más fuerza.
Quienes creían que el ex ministro de Agricultura estaba haciéndole un mandado al presidente Uribe deben estar con los nervios de punta, pues este intrépido candidato ha tomado una ventaja para muchos inesperada, hecho que angustia a los otros dos precandidatos conservadores.
Germán Vargas sigue recorriendo el país y ha dicho que sólo está oyendo las necesidades de las regiones para efectos de tomar una decisión definitiva una vez haya culminado su gira. Es claro que el líder de Cambio Radical ya está en campaña y como buen sabedor de la mecánica electoral, está dedicado al reclutamiento de alcaldes, concejales, diputados y demás líderes que le sumen votos a su aspiración. Así se hace la política, gústele al que le guste.
Un tercer factor está a punto de sumarse. Me refiero al papel que jugará Luis Carlos Restrepo en todo este asunto. En efecto, el Comisionado de Paz —probablemente en este momento ya haya renunciado a su cargo— se montará sobre un potro duro de domar, una vez asuma el papel de coordinador del Partido de la U. Por un lado, tendrá que ganarse el respaldo de la bancada parlamentaria. Le corresponderá administrar egos infinitamente grandes, a la vez que deberá hallar un punto de equilibrio entre dos situaciones bastante complejas que por momentos parecen antagónicas.
Por un lado está el tema del referendo, iniciativa que cuenta con el respaldo de la U y en la que el Gobierno tiene un altísimo interés, a pesar de que su aprobación es más complicada que atravesar un campo minado con los ojos vendados. Paralelamente, surgen las precandidaturas dentro de la U. La senadora Marta Lucía Ramírez ya está en plan de campaña y Juan Manuel Santos pronto presentará su nombre como alternativa de poder. Ahí es cuando Luis Carlos Restrepo tendrá que mostrar su habilidad política para efectos de que la U continúe jugándosela por la reelección mientras que dos de sus más rutilantes miembros ejercen como candidatos presidenciales.
A todo esto se suma la elección de candidato único de la coalición. Por razones de tiempo, será imposible adelantar consultas internas en cada partido, para luego llevar a cabo una elección primaria en la que resulte elegido el candidato de unidad.
Una opción consistiría en firmar una segunda versión del célebre Pacto de San Carlos: el conservatismo, la U y Cambio Radical hacen su consulta interna para elegir sus respectivos candidatos. Superada esa fase, el partido que más curules obtenga en las elecciones de Congreso del año entrante se quedaría con la candidatura de la coalición para la Presidencia de la República.
La propuesta es parcialmente buena, pero obligaría a una campaña presidencial muy corta, favoreciendo a la oposición, que tendría más tiempo para presentar a sus candidatos y sus respectivos programas.
Ante semejante enredo, la alternativa más práctica consiste en crear, cuanto antes, un partido al que ingresen todos los que en serio se la juegan por la seguridad democrática. Allí se decidirá, de una vez por todas y sin apegos egoístas, el nombre de quien deba reemplazar a Álvaro Uribe en caso de que no pueda ser reelegido.
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En el año 2000 hacía mis primeros pinitos como periodista y, sin querer queriendo, conocí a D’Artagnan. Me enseñó cantidades, me dio buenos consejos, pero sobre todo, me honró con su amistad. Extrañaré el intercambio de correos que de cuando en cuando sosteníamos.
