Reconozco que tenía algo de temor por los resultados de la rápida gira del presidente Uribe por Europa. No me inquietaba que Francia, España y la UE fueran a respaldar las ilegales sugerencias del coronel venezolano a favor de las Farc. La angustia iba por los lados del despeje de Florida y Pradera, tema que afortunadamente no apareció.
Llama la atención el grado de conciencia que existe en Europa sobre la inoperancia e inconveniencia de la desmilitarización de dos municipios donde viven más de cien mil almas. Sólo a necios opinadores criollos, muy criollos, les parece maravilloso que el Gobierno abandone a un importante número de conciudadanos, dejándolos a la merced del sadismo de la banda mafiosa que nos atormenta.
Los mensajes de apoyo que recibió nuestro país son excepcionales. Pretendía el sátrapa de la Nación vecina que el mundo contemporáneo dejara de llamar terroristas a los terroristas, cuando eso es un imposible político y jurídico, a la luz del derecho internacional público, materia absolutamente desconocida por el cenáculo de aduladores de Miraflores. Y Francia, la gran Francia que desesperadamente aclama Íngrid en su dolorosa misiva, fue enfática en su llamado de atención al cartel de Tirofijo en el sentido de que una revisión de su condición actual dependía de un cambio absoluto de comportamiento.
Luego de esta estocada, vino una segunda aún más contundente por cuenta del Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Javier Solana, quien no le dio muchas vueltas al asunto cuando a nombre de los 27 Estados de la UE declaró apoyo irrestricto e indeclinable a nuestra lucha contra el narcoterrorismo. Por si había dudas, fue más allá y conceptuó que en el asunto de los secuestrados no hay negociación que valga: “Los terroristas lo que tienen que hacer es soltar a los rehenes, sin condiciones… Y creo que esa idea tiene que calar también en los corazones de las personas de buena voluntad”.
A esta altura, la solicitud del gobernante de Venezuela pasaba a la historia colmada de pena y sin cinco centavos de gloria. Hasta el presidente de Ecuador, muy de sus afectos, le sacaba el cuerpo a la indignante propuesta, mientras la delegación colombiana aterrizaba en Madrid, donde el Rey y el presidente de la Madre Patria ratificaron lo antes dicho por Sarkozy y Solana: las Farc son y seguirán siendo una peligrosa y pútrida masa de terroristas.
Muchas cosas hay que rescatar de esta agitada semana. Especial reconocimiento merece la patriótica labor de nuestros embajadores que gracias a su permanente tarea de informar sobre la realidad nacional, de organizar visitas de altísimo nivel y de mantener diálogos fluidos con las respectivas cancillerías, pudimos recibir esas declaraciones enfáticas en contra de las Farc. Acá no presenciamos un solo mensaje doble. Apoyo, respeto por nuestra soberanía y respaldo a nuestra guerra contra el terrorismo. Bien por los embajadores Cepeda, Carlos Holmes Trujillo —¿futuro Canciller?— y Noemí Sanín.
La lección final de esta exitosa gira es que el presidente Uribe debe valerse del buen momento por el que está pasando, bajarle un poquito a los consejos comunitarios y apostarle más a la diplomacia. En Colombia, la situación le es ampliamente favorable, según sondeo revelado y que reflejó un 81% de apoyo, luego ha llegado el momento de consolidar el respaldo en el escenario internacional, sobre todo a nivel multilateral.
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Cuesta entender las competencias de las fuerzas militares venezolanas, pues creo que no hay antecedentes universales de un ejército con funciones de policía aduanera. Quiero pensar que todo esto responde al infinito desconocimiento del gobernante del otro lado de la frontera en esas materias y no a una abusiva y desafiante amenaza de invasión.
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