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Se acabó el debate

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Ernesto Yamhure
14 de mayo de 2009 - 02:49 a. m.
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LA OPOSICIÓN NO VA TRAS LAS CABEzas de Tomás y Jerónimo Uribe, sino busca lesionar a la persona del Presidente de la República, apalear a la Rama Ejecutiva del poder y, por supuesto, torpedear el referendo reeleccionista.

Con esas palabras resumió Roberto Gerlein, el más virtuoso de los oradores de nuestro Congreso, los móviles de quienes habían convocado el debate que tuvo lugar este martes en el Senado de la República.

Vimos a una oposición desencajada, virulenta e irreflexiva. Con inclemencia, pretendieron inventarse unos supuestos delitos que jamás se han cometido. Exageraron y desfiguraron la realidad. Carentes de argumentos, se desviaron por los caminos de los subterfugios canallas y mezquinos. Insinuaron que los negocios de los hijos del gobernante están salpicados de cohechos, prevaricatos, falsedades y tráfico de influencias.

El doctor Jorge Enrique Robledo, reconocido de autos por su saña antigobiernista y por su rebeldía ideológica que lo condujeron a militar durante décadas en el dogmático y extremista Moir, echó mano de una estrategia equivocada. En su delirante intervención, cargada de adjetivos biliares, acusó a los señores Tomás y Jerónimo Uribe de enriquecimiento ilícito. Señalamiento temerario e insensato que este parlamentario deberá demostrar cuanto antes, si es que tiene las pruebas para hacerlo, porque en el debate de marras en ningún momento fueron exhibidas.

De la doctora Cecilia López, la otra convocante, pues no hay mucho que decir. Nos corresponde observar misericordia por ella y hacer el esfuerzo de comprender su sed de figuración.

Los ministros Oscar Iván Zuluaga, Andrés Uriel Gallego y Luis Guillermo Plata hicieron una defensa impecable de su gestión respecto de la Zona Franca de Occidente. El hecho concreto es que esos funcionarios obraron con apego a las normas, sin violar el régimen de incompatibilidades e inhabilidades. No favorecieron a nadie y rompieron ese sofisma populista que los honorables congresistas del Polo Democrático quisieron expandir al decir que las zonas francas favorecen a los ricos, seres humanos que son receptores pasivos del odio de los líderes de la colectividad amarilla.

Resulta que el 70% de las zonas francas del país —48 en 11 departamentos— están integradas por Pymes. Gracias a éstas, la inversión extranjera ha aumentado, permitiendo un crecimiento del 1% del PIB.

Otrora, las zonas francas pagaban 0% de renta. Ahora pagan el 15%. A cambio de esa flexibilidad tributaria, deben generar un número mínimo de empleos y realizar inversiones multimillonarias. A aquellas compañías que no cumplan con los mínimos exigidos, simple y llanamente se les retiran los beneficios.

En ese orden de ideas, el debate que se configuró tras bambalinas no tiene nada que ver con los hijos del Presidente de la República que, como se demostró con holgura, han obrado con honradez y transparencia. El punto neurálgico hace referencia a la visión que la oposición tiene respecto de la generación de riqueza. Llama la atención el ensañamiento del senador Robledo hacia el capital. Preocupa mucho que su pensamiento algún día se fuera a convertir en una política nacional.

Si el Polo Democrático llega algún día a la Presidencia de la República, ¿el doctor Robledo propondrá expropiaciones a los ricos? ¿Cuál sería su visión respecto de la función social de lo que él llama “gran capital”? Son dos interrogantes que no dejan de rondarme.

Culminado el debate político, pasada la página de los negocios de Tomás y Jerónimo Uribe de quienes se demostró su rectitud empresarial. Cualquier comentario adicional será asimilado como el clásico pataleo del ahogado.

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