Al momento de escribir esta columna, el presidente venezolano acababa de sacar el conejo de la cantonera.
Tanta dicha no podía ser cierta. Los sádicos de las Farc no iban a soltar así, como si nada, a Clara Rojas, a su hijo y a la doctora González de Perdomo. Faltaba leer la letra menuda del anuncio, y ésta le correspondió al nuevo actor de este espectáculo macabro, el comandante en jefe Chávez. Ingenuos aquellos que les creyeron a los mafiosos con probada experticia en el traqueteo y, por supuesto, en la tahuresca y miserable estrategia de jugar con el dolor de los colombianos. Peligrosos personajes que cómplicemente insisten en calificar a los terroristas con benignidad, llamándolos insurgentes o alzados en armas, para presentarlos ante el mundo como unos simples campesinos insurrectos.
La iniciativa chavista no tiene asidero. Eso de que se le permita ingresar a territorio colombiano a un poco de aviones y de helicópteros, sin que nadie sepa ni para dónde van, ni con quién ni qué llevan dentro, para luego retornar a la patria del Libertador, nuevamente sin saber qué llevan a bordo aparte de los secuestrados, es, a todas luces, improcedente. Pero más que eso, es un atrevimiento absurdo por parte del jefe de Estado venezolano que se haya prestado para proponer semejante locura.
No sé qué decisión habrá tomado el presidente Uribe frente a esta idea, pero partamos del supuesto de que los tres secuestrados están hoy en sus hogares. Clara Rojas con su madre y con su hijo Emmanuel y la doctora González de Perdomo, disfrutando del amor de su familia. Tal ha sido la manipulación, que tenemos que estar agradecidos con los secuestradores por haber devuelto a estos inocentes ciudadanos a la libertad. Como se dice popularmente, “terminamos debiéndoles”, igual que aquella señora que bendice al ladrón que le arrebató su cartera, porque no la violó o no la mató. No podemos perder la perspectiva. Las Farc los secuestraron, los tuvieron más de un lustro en su poder y ahora no pueden posar de santos por el “nobilísimo gesto humanitario”.
En adelante, la manipulación será mayor. Estos sicópatas no dan puntada sin dedal. Saben que el “lapo” que implica esta liberación les generará importantes réditos en el mediano plazo. La presión para que el Gobierno decrete el despeje de los municipios de Florida y Pradera será algo insoportable. Por fortuna, cada vez somos más los colombianos que rodeamos al presidente Uribe en su férrea decisión de no sacar a la Fuerza Pública de determinada parte del territorio nacional.
Sonará un tanto trillado el mensaje, pero ahora más que nunca se hace necesaria la unidad nacional en contra de las pretensiones irrisorias e inconvenientes de los terroristas. Estamos a punto de acabarlos y no podemos torcernos un milímetro. Ellos saben que su destino está echado y este es poco halagüeño, razón por la que buscan desesperadamente cualquier salida de la manigua que, junto con los secuestrados, se los está, literalmente, tragando.
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El próximo martes tomará posesión el amigo del presunto narcotraficante Carlos Alejandro Zambrano Stacey, Samuel Moreno Rojas. El mismo que votó a favor de que en Colombia se incorporara la extradición sin retroactividad, reforma que les sirvió en demasía a miles de mafiosos que hoy campean impunemente por nuestras ciudades. Por el bien de mi ciudad, espero que al nuevo Alcalde no le vaya tan mal como sospecho. Quiera Dios que el presupuesto de la ciudad no se convierta en la caja menor del sector más rastrero del Polo Democrático que se quedó con las ganas de robárselo todo, durante la buena gestión de Luis Eduardo Garzón.
Les corresponde a los verdaderos conocedores de esta ciudad, como el representante David Luna, ejercer oposición sobre esta nueva administración que se estrena cubierta por inconmensurable nube negra.
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