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A jugar con la Guerra Fría

Esteban Carlos Mejía

23 de febrero de 2018 - 09:00 p. m.

“¿A ti no te tocó He-Man, cierto?”, me pregunta mi amiga Isabel Barragán con toda la mala intención de su alma cavilosa. Me hago el digno: “Mis héroes y antihéroes son estrictamente literarios”, y subrayo el sufijo mente, en contravía de García Márquez. Se tapa la boca con las manos y suelta una carcajada de femme fatale. “Mira, regalito del Niño Jesús, no me hagas hablar que me deshidrato”.

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Cada vez está más irresistible y seductora. La piel, satinada por horas y horas en la piscina de la finca del marido, ganadero de nueva generación. Los ojos, aceitunados por dentro y por fuera. El cuerpito, mestizaje de maniquíes de Nabokov, Henry Miller, Anaïs Nin, Cabrera Infante y el valle de Aburrá. Aún con la risa en la boca, saca un libro y nos ponemos a charlar de literatura, el secreto mejor guardado de nuestro idilio. En la carátula, Superman sostiene una bandera con la hoz y el martillo de la inexistente Unión Soviética. En el pecho, en vez de la S, otra hoz y otro martillo en escarlata sobre el uniforme azul. La capa, roja como el perverso estandarte.

“¿Qué es eso?”, me intereso. “Una novela que en Colombia llamarían experimental, pero que en realidad es una novelaza o novelota posmoderna”, dice Isabel. “¿Supernovela?”. Muestra el título: Nuevos juguetes de la Guerra Fría, de Juan Manuel Robles, en Seix Barral Biblioteca Breve, 2015. “Ah, yo estuve con Robles en el Hay Festival Medellín”, me acuerdo, no sin orgullo. Isabel achina los ojitos: “Entonces ya sabes que es una novela con una trama de thriller que te absorbe de principio a fin. Son dos historias a la vez, narradas con fluidez, en tiempos distintos”, dice. “Una, desde la infancia de Iván Morante, el protagonista, en la escuela Guerrillero Heroico, de la embajada cubana en La Paz, Bolivia, y otra desde su incierta o imprecisa realidad de adulto desalineado en New York”.

“Ambos hilos se cruzan y entrecruzan en un hábil derrotero multitasking”, añade. Abro los ojos para que me eche gotas de Krytantek. “O sea”, me explica, “es una mezcla de recuerdos y fantasías muy bien articulada. Siempre a la caza de hallarle sentido a la (des)memoria”. Revive a He-Man, alter ego del Príncipe Adam, en Masters of the Universe, popular serie de dibujos animados de los años 80, y lo combina con mitos de la Revolución cubana, el Che y Barbarroja, el comandante Manuel Piñeiro del Departamento América, la más poderosa y efectiva red de espionaje del hemisferio occidental según colegas y rivales. “Este Robles”, concluye Isabel, “a pesar de su edad, o talvez por eso mismo, se las pilla casi todas”. “No es cuestión de edad sino de ideas…”, murmuro, a riesgo de que se enfurruñe, pero ella me regala su sonrisa de angelito extraviado en este planeta.

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Rabito: “Todos los modelos de borrado de memoria aprovechan ese instante de inestabilidad molecular, la ventana microscópica que se abre al ponernos a recordar cosas. El acto de recordar es una intervención violenta, masiva, física, crea moléculas que antes no había, nuevas conexiones. No sé cómo hay quien sigue pensando que es asomarse tranquilo a ver la galería del pasado”. Juan Manuel Robles. Nuevos juguetes de la Guerra Fría, 2015.

Rabillo: José Roberto Arango, presidente del Canal RCN y amiguísimo de Uribe, aclaró por estos días una duda terrible: Claudia Gurisatti no es una propagandista del capataz, como algunos malpensados creen, sino una periodista imparcial, objetiva y neutral. ¡Bendito sea mi Dios!

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@EstebanCarlosM

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