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Un anagrama* de Petro es torpe. O sea, “desmañado, falto de maña y habilidad”. Cada día es menos y menos hábil en el Gobierno de la República. Se enreda en utopías astrales. Menciona sin ton ni son las teorías del casi centenario Jürgen Habermas o alude a los embelecos* del profascista José Vasconcelos en su libro Raza cósmica (1925).
Destituye y restituye funcionarios como un tahúr, cambia cartas sin calcular consecuencias ni prevenir secuelas. Viaja por el mundo dándoselas de líder global, sin serlo. Despilfarra su tiempo en X, al estilo de Uribe y Trump, con trinos idiotas, erróneos o vanidosos. Pelea hasta con la sombra, sin rozar, eso sí, su prodigioso ego, siempre en expansión como el universo que quiere fecundar dizque con “el virus de la vida”. Es tan incompetente que exige ineptitud o mediocridad a los fanáticos que aún alientan su “viejo gobierno de difuntos y flores”.
Torpe no es palabra, Petro. Por ejemplo, cuando Alejandro Gaviria se atrevió a opinar en contra de la inviable reforma a la salud de Carolina Corcho, el presidente no lo escuchó y, en cambio, lo echó a las patadas. Hace poco, sin abochornarse, nombró al cantinflesco Armando Benedetti como embajador en la FAO en Roma, a pesar de la dudosa conducta ética del exsenador, y presentó su designación como un gran triunfo diplomático de Colombia. Repito, torpe no es palabra.
No soporta la crítica, pero lo que más abomina es la autocrítica, ese rasgo de los revolucionarios auténticamente proletarios, tan opuestos a reformistas y oportunistas, según señaló hace ya más de cien años Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, antimamerto por antonomasia*. Por eso, los bodegueros de Petro acosan sin cesar a una mujer que no perdona ni traga entero sus incongruencias, deslices o majaderías*.
Ella resplandece con luz propia. Es inteligente. Sagaz. Tiene pasión y método, talento y oficio. Ingobernable. Valiente. Estudiosa. Bonita. Y sexi. ¿Qué más se puede pedir en esta vida, ah, bendito sea Dios? Se llama Catherine Juvinao Clavijo y su nombre de batalla es Cathy Juvinao.
Antes de llegar a la Cámara de Representantes, creó y dirigió la veeduría ciudadana Trabajen, Vagos, cuya misión era desvelar la doble moral de una manada de parlamentarios ausentistas y correr el velo de las hediondeces de unos avivatos, cuyos nombres es mejor echar al olvido. Cathy, la sin miedo, no se deja joder la vida de nadie, ni de Ape Cuello ni de Gustavo Bolívar. Sigue sus convicciones, espontánea, tajante, sin rodeos, con coraje y persuasión. Critica a Petro o se autocritica en nombre de quienes votaron (votamos, ¡cof!, ¡cof!) por él.
Me encanta cuando le vuelan el bloque: se le sale el acento vallenato y revolea en cuadro. Y no sólo critica o autocritica: también legisla sobre el acceso al agua, la eutanasia o el cannabis. Es una gardenia en flor, valga la redundancia. ¡No te rindas, Juvinao! ¡Fuerza y fe!
Vademécum:
* Anagrama: cambio en el orden de las letras de una palabra o frase que da lugar a otra palabra o frase distinta.
* Embeleco: juego, enredo, montaje, complicación.
* Por antonomasia: denota que a una persona o cosa le conviene el nombre apelativo con que se la designa, por ser, entre todas las de su clase, la más importante, conocida o característica.
* Majadería: Dicho o hecho necio, imprudente o molesto.
Rabito: “La religión es el opio del pueblo”: Karl Marx. Crítica a la filosofía del Derecho de Hegel, 1844.
@EstebanCarlosM