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Isabel Barragán se ve radiante sin tapabocas. Espléndida su sonrisa y toda ella. Apenas soy un amigo sin derechos. Eso sí, puedo afirmar sin temor a equivocarme que con el tiempo le he ido cogiendo un cariño entre incestuoso y casquivano. Se lo digo o intento decírselo. No me hace caso. Saca un libro con una perrita en la portada. Ella es Humilda, dice, aún con la sonrisa en los labios. Y este libro es la historia de los 14 años de su existencia, contada por el amor de su vida, don Alonso Sánchez Baute (La mirada de Humilda. Seix Barral/Editorial Planeta Colombiana, marzo de 2022. 216 páginas).
Sánchez Baute es un escritor tenaz, dice Isabel. Capaz de narrar retazos de sus angustias y proezas adolescentes o de escribir la biografía de Leandro Díaz, siempre con sutileza, inteligencia, simpatía y cinismo. ¡Eso es!, exclamo dichoso. Isabel me pica un ojo. La mirada de Humilda se desenvuelve a través de dos líneas narrativas, explica. Una, realista, digamos, examina la relación sentimental del autor con su perrita, encantadora West Highland White Terrier, cuyas fotografías hermosean las páginas del libro con poses de doncella casera. ¡Qué preciosidad!, digo y, por asonancia, pienso en mi gatica Bruja, Nefertiti de cada laberinto.
El otro hilo narrativo es hiporreal, sigue Isabel. Los perros no hablan, pero Humilda sí y nos cuenta sus emociones elementales o efímeras frente al amor, la amistad, la alegría de dormir juntos o de vagabundear por un parque detrás de Congolocho, el mismísimo Sánchez Baute. También habla de la muerte, el viaje a la nada. Se me encharcan los ojos, dice Isabel y frunce los labios en un puchero. Oye, balbucea, y lee: “A Congolocho le estoy profundamente agradecida, porque sé que nadie jamás me hubiera amado como me amó él, nadie me hubiera mimado ni protegido o consentido tanto como lo hizo él”.
Isabel vuelve a sonreír: Este Alonso tiene la manía de acordarse de todo: amantes, viajes, mascotas, gafas Tom Ford (el polvo más caro de su vida, ¡je, je, je!), novelas, películas, cuentos, autoras, filósofos, hasta el maldito René Descartes. Y no sin indolencia comparte esas memorias con los lectores absortos en su buena literatura. Así nos enteramos de que en cierta ocasión Humilda se le parece a Cate Blanchett en el papel de Elizabeth I, reina de Inglaterra, o que la perrita fantasea con que él le componga un vallenato a la amistad.
Humilda es hermosa, tierna, inolvidable, dice Isabel. Yo sé, añade, que en este país de mierdolín hay gente que detesta a los animales, humanos y no humanos. ¡A la Gehena con ellos!, grito yo, poseído por el espíritu de mamá Julia, mi abuela rezandera. Para otros, por fortuna, los animales domésticos, con las mascotas al frente, son amigos inseparables, concluye Isabel. Don Sánchez Baute nos lo enseña con indiscutible finura y elegancia. Gracias plenas por tu libro, querido, agrego yo, no sin humildad.
Rabito: “A Congolocho lo he visto reír o llorar por igual cuando habla con Dios. Lo he visto hablando con él mirando angustiado a lo lejos por la ventana de la casa, pero también lo he visto saltar en una pata de la felicidad cuando su amigo imaginario le da lo que le pide. Dios para él hace por igual lo bueno y lo malo. Igualito como es él conmigo, que así como me da comida y me colma de cariño también me regaña y no me deja jugar más tiempo del que yo quisiera quedarme en el parque”. Alonso Sánchez Baute. La mirada de Humilda. 2022.
