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De las etiquetas (¿títulos o epítetos?) que le han colgado a Iván Duque, una sobresale por su precisión y justeza: subpresidente. Hasta los borregos del Centro Democrático le dicen así, cuando no lo confunden adrede con el patrón del Mal, Excelentísimo Señor Presidente Eterno de Colombia Álvaro Uribe Vélez. El prefijo sub indica inferioridad, subordinación, estar por debajo de algo o alguien. Tal cual el pobre Duque. Desde la escogencia como candidato hasta la posesión presidencial, el hombrecillo ha destacado por la sumisión ideológica, el cretinismo político y la mediocridad ejecutiva.
Gobierna para otro(s). Parece una veleta bajo el sofoco de un ventarrón. Habla de “equidad” mientras sus actos son inicuos o mezquinos o ridículos. Desconoce la muerte de líderes sociales y guerrilleros desmovilizados, pero aplaude en éxtasis la inauguración de un taller de moda femenina. Calla ante los pésimos índices de desempeño, pero se la pasa dizque “construyendo país” con una “economía naranja” entresacada de inservibles manuales de marketing.
Además, heredó por vía intravenosa la paranoia del capataz. Por todas partes ve enemigos o presiente conspiraciones, desplantes, persecuciones. El miedo, camuflado por la bonhomía del semblante y las jugaditas de sus compinches, impregna cada acto de este régimen sin nombre ni rumbo. Delitos aparte, Iván Duque es otro Uribito. Maneja ideas fijas (Venezuela) o rezagos infantiles (siete enanitos y unicornios). Cree a pie juntillas que el país entero está contra él, lo cual es más o menos cierto, valga el beneficio del inventario.
Lo rodea un combo de subs, como él. La tía Martuchis, caricaturesca sin igual. El tendero Botero, a punto de vender las Fuerzas Armadas al mejor postor. El momio Holmes. Nicacio de los Nicacios, general de cuatro soles de oropel. Las ministricas Nancy Patricia y Alicia Arango, mandaderas del mayoral. Macías, el juguetón. José Obdulio, el fatuo. Las tres mosqueteritas: Paloma, Mafe, Paola. El ogro Carlos Felipe, que con sus guachadas deshonra el apellido Mejía. A pesar a ellos, contra vientos y mareas, Duque coronó los primeros 13 meses de su espantoso mandato. Día y noche las malas lenguas anuncian cambios en el gabinete o pronostican deserciones a granel en la bancada oficialista. Nada raro.
Si, como las encuestas vaticinan, Uribe pierde las elecciones del 27 de octubre, ¿quién va a pagar los platos rotos? ¿Él? Jajay, me río. Es muy probable que, con reproches de esbirros, los buenos muchachos y las buenas muchachas del Centro Democrático te echen la culpa, subpresidente Duque. Te van a embadurnar de popó hasta dejarte irreconocible. Entonces recordarás con llanto y crujir de dientes las horas en el Senado cuando el jefe se te comía el mecato mientras tú perifoneabas sus dogmas. ¡Ay de ti, pequeño Porky!
Rabito: “Todo se debe a que desiguales venimos al mundo: unos con un organismo robusto, inteligentes, audaces y emprendedores; otros predispuestos a la enfermedad, sin talento, tímidos y condenados a moverse en un ambiente inadecuado para el éxito. Unos trabajan, estudian, despliegan energías portentosas, otros viven encenegados en el vicio, pasan los días en la inacción y en la pereza. Estos serán pobres, mientras los otros serán ricos y tendrán salud e influencias”. Jesús María Yepes, director de El Colombiano, de Medellín, dizque “el mejor editorialista de Colombia”. 1919.
