Cuando yo era chiquito, decir mamar gallo era pecado mortal. ¡Lávese esa jeta, boquisucio!, se enfurecía mamá Julia, la mamá de mi mamá. Y yo corría a lavarme los dientes con jabón Lucero, enemigo mortal de la manteca. En cambio, mamar gallo suena hoy a clave de wifi. Lo que es la vida, según canta Felipe Pirela.
Gracias a Gabriel García Márquez la gente empezó a descubrir el mamagallismo en la literatura hispanoamericana. Guillermo Cabrera Infante, Caín de caínes, en Cuba. El inconmensurable Jorge Ibargüengoitia, en México. Augusto Monterroso, en Guatemala. Sergio Ramírez con su inspector Dolores Morales, en Managua, Nicaragua,...
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