Un anagrama es el “cambio en el orden de las letras de una palabra o frase que da lugar a otra palabra o frase distinta”. Amor es anagrama de Roma, o viceversa. El anagrama de Esteban Mejía es Te besan, Jaime. Ni más ni menos. Y el de Esteban es besante, en su doble acepción de moneda bizantina y besador, modestia aparte. Hacer anagramas es antiquísimo pasatiempo de vagos, escritores o crucigramistas. Algunos iluminados creen incluso que los anagramas ocultan o revelan la esencia, el verdadero o auténtico significado de una palabra. El Diccionario de la lengua española ofrece una opción en la versión digital para consultar los anagramas del vocablo que uno quiera. Por ejemplo, puse “petro” y salieron 16.
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Los que más me llamaron la atención fueron porte, reptó, torpe y trepó. Yo no tengo la culpa, barras bravas del Pacto Histórico: ¡quéjense a la RAE! Petro trepó al poder, entre otras vainas, gracias a sus triquiñuelas contra demócratas de izquierda como Carlos Gaviria o Jorge Enrique Robledo, malogrado en vida. Y gracias también a sus habilidades para improvisar promesas o agitar masas. ¿Reptó? No. Sí. No sé. Quién quita. A lo peor. ¿Ustedes recuerdan un político que no haya reptado en pos de sus intereses? Petro tiene porte de más o menos: ni chichá ni limoná: ni guerrillero ni estadista. Es la fiel encarnación del “sancocho nacional” del “comandante” Jaime Bateman Cayón, además, con el ego en expansión como cualquier dirigente de izquierda en América Latina, menos Lula y Pepe Mujica. Se cree más de lo que es. Alguna vez lo oí decir que si se lo proponía se ganaría el Premio Nobel de Literatura. Jajay, me río, dicho sin ningún respeto por esa jactancia cuasiadolescente. Y es torpe, eso sí, quién lo puede negar. Lo mostró y demostró hasta la saciedad con la reciente “crisis” ministerial. Echar a Alejandro Gaviria fue una torpeza descomunal, monumental, colosal, etcétera, un “largo etcétera”, como dicen ciertos profesores universitarios.
Alejandro Gaviria es un demócrata liberal, o sea, uno que quiere democracia y libertad, un intelectual juicioso, buen escritor, honesto y modesto, excelente ministro, capaz de criticar o, aún más, capaz de autocriticarse. ¿Por qué lo echó Petro? ¿Por sostener opiniones discrepantes? ¿Por supuestamente filtrar a la revista Cambio un documento ministerial sobre inconsistencias, debilidades, amenazas e impertinencias del proyecto de reforma de salud de la adanista Carolina Corcho? Daniel Coronell, del medio digital que publicó la información, dijo que nunca revelaría la fuente de la filtración y, a la vez, señaló explícitamente que no había sido Alejandro Gaviria.
Entonces, insisto, ¿por qué lo echaron? ¿Por desleal? ¿Es desleal el subalterno que advierte al jefe sobre sus eventuales metidas de pata? ¿En serio, María Fernanda Carrascal? ¿Desleal aquel que opina con inteligencia o autonomía? ¿Desleal el que no piensa como Petro, el que no le copia al pie de la letra sus egocentrismos de pacotilla, el que no lo sigue de rodillas? De ser así, ¡desleales somos millones de colombianos que hoy disentimos de las impremeditaciones de este nuevo presidente eterno!
Rabito: Aclaración no pedida, acusación manifiesta: voté por Alejandro Gaviria en la consulta de la autodenominada Coalición de la Esperanza. Después voté por Gustavo Petro para que no ganara Rodolfico: Rodolfo Hernández y/o Fico Gutiérrez, mascoticas del Paupérrimo. Lo que es mi vida…