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El señor del saco azul

Esteban Carlos Mejía

30 de julio de 2022 - 12:30 a. m.

Hace poco me acordé de una vez que salí a parrandear con unos amigotes y sus mujerzuelas, digo, damiselas. Fuimos a un bar requetefamoso en el barrio Colombia, cuyo nombre no mencionaré por culpa de lo que aquí les cuento. Queda en el segundo piso de un antiguo taller industrial y para entrar hay que hacer una fila de media cuadra, por lo menos.

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Cuando llegamos estaba lloviznando y abundaban los paraguas. En la puerta había un macancán, casi 2 m de alto y 1,80 de ancho, 90 kilotones. Calvo. Maduro. Profesional. Buenas noches, decía con cortesía. Buenas noches. Bienvenido. Adelante, por favor. Requisaba con una paleta electrónica, pedía documentos y no perdía la paciencia. ¿Cómo está, señora? Siga, por favor. Bienvenidos.

Delante de nosotros iba una peladita con un señor de bluyines y saco azul, también calvo, gafufito, algo así como un tío de la muchachita. (Excusen tanto diminutivo. Soy antioqueño, a pesar de mí mismo.) Lo siento, pero el señor de saco azul no entra, dijo el gigantón. La parejita protestó con o sin razón. Es un código universal: uno jamás debe pelear con un policía de tránsito, un profesor de estadística o el cancerbero de una discoteca. El tío y la vecina olvidaron la ley y se pusieron a alegar con el jayán. ¡No entra! Caballero, yo lo conozco, se burló. Siempre el mismo problema, no, señor, no es cierto que conozca la banda. Yo sé, siempre dice lo mismo, que es amigo de Pinqui, Dolfin y todo aquello… ¡no!

Entonces adentro alguien empezó a cantar: Princesa mora, mi pequeñita, mora morita, morita morita, berenjenita, Emilianita, morita morita, te canta un súbdito, linda. ¡Esa soy yo!, gritó la chiquilla. Emiliana Mora. Y rogó casi de rodillas. ¡Déjeme entrar, por favor! Increíble pero cierto: el man se conmovió. ¿La señorita es mayor de edad? Sí. ¿Trajo la cédula? No sé, a lo mejor, qué importa, esa canción es pa mí, ¡déjeme entrar! Está bien, pero el señor de saco azul no entra. ¿Cómo así, home?, se entrometió uno de mis compinches. No importa, así sea cierto que la banda se queda sin cantante, el señor de saco azul… ¡no entra! Y ustedes, tampoco. Adiós, pues.

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Rabito: Esta columna es experimental. Algunos lectores sabrán entender. A los primíparos les suplico comprensión. Contiene una versión narrada de El señor del saco azul, exótico tema de Parlantes, una aún más exótica banda musical de Medellín.

Según Miss Wikipedia, Parlantes empezó en 2003, con músicos de grupos como Bajo Tierra, Estados Alterados y Planeta Rica, todos de mi gusto alienígena. Sus ritmos amalgaman punk rock, salsa y tango. Las letras son homenajes a Odette de Crécy, amante y posterior esposa de Swann en En busca del tiempo perdido, de Lecram Tsuorp, o citas de poetas modernistas o mamadas de gallo como en Río Sur o el final de Crónica de indios, un chat entre un piloto y una controladora aérea, alfa lima fox, romeo mike, poderoso papá alfa 31 tango.

Dioses y/o demonios, perdonen mi insolencia: Parlantes no es música de reguetoneros hipersexualizados o repollitas de collares de perlas. Ellos son músicos, poetas y locos. Originales. Para gente con la autoestima bien puesta, modestia aparte. Y aquí pondría, si se pudiera, el emoticón de “je, je, je”. Hasta la vista, four babies.

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Rabillo: “Irías a ser muda, mujer, que Dios te dio esos ojos a ti. Irías a ser ciega, mujer, que Dios te dio esas manos a ti, sólo a ti. Marmolina”. Parlantes. Bolero zombie.

@EstebanCarlosM

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