Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Algunos ingenuos y unos cuantos hipócritas sostienen que los pueblos son inteligentes por naturaleza. ¿Cómo puede ser inteligente un pueblo que se deja engatusar casi 15 años por un chafarote golpista, ignorante, marrullero y demagogo? ¿Dónde está la inteligencia de un pueblo que, muerto y seudo embalsamado el bojote, elige como sucesor a un mal chófer de Metrobús, más bruto, iletrado y desclasado que el mismísimo Comandante Eterno? Bueno, la culpa no es del pueblo sino del populismo.
Según Enrique Krauze, el populismo “es una forma de poder, no una ideología”. Piensen en Hugo Chávez. La cultura política de este falso mesías era tan precaria que confundía “imperio” con “imperialismo”, por ejemplo. Creía en María Lionza y en Jesucristo por parejo. Era o, al menos eso sentía él, la reencarnación de Simón Bolívar y del Cacique Guaicaipuro, “jefe de jefes”. El estatismo de los sargentos de La Habana le parecía el modelo ideal para su patria.
A cambio de su nulidad ideológica, Chávez derrochó suficiente torpeza para destruir a Venezuela, despilfarrar la riqueza de la nación más rica en petróleo del mundo y apabullar de tedio a su pueblo con payasadas en televisión, desplantes en la ONU y frases de prostíbulo cuartelero o de cuartel prostibulario. Vean (y recuerden) estas cifras: durante los gobiernos de Chávez (1999 – 2013) la producción de petróleo cayó de 3,7 millones de barriles diarios a 2,7 mmdb, mientras que el personal de PDVSA, la petrolera estatal, pasó de 40.000 trabajadores a 120.000 en el mismo período: una indiscutible muestra de la eficiencia del autodenominado socialismo del siglo XXI, engendro que sólo ha traído “hambre, demagogia y represión”.
Maduro, ese charlatán que habla con pajaritos y viaja por el tiempo, le achaca la culpa de todo a los yanquis. Sin embargo, Estados Unidos ha sido siempre el principal comprador de petróleo venezolano y el único que paga en divisas: US$477.000 millones en los últimos diez años. Cuando los gringos le corten el chorro, el gobierno de Nicolasito tambaleará hasta arrodillarse. No ha caído por el respaldo de los milicos. En 2002 había 70 generales en Venezuela, ahora son 1.200, más que en la OTAN. Mil doscientos generales que jornada tras jornada se pisan las charreteras. ¡Unas fuerzas militares de ópera bufa, si no asesinaran, torturaran y encarcelaran a la gente!
Creo que a Maduro no lo va a tumbar Juan Guaidó, de Voluntad Popular. El autócrata caerá cuando el “Imperio” le deje de comprar petróleo y cuando un coronel como Chávez insubordine a sus tropas, patee a los generales de opereta y apoye el deseo de cambio de las mayorías. Por desgracia, la vaina será a sangre y fuego.
Rabito: “Los redentores no pierden, no pueden perder. Si pierden, el mundo que los rodea pierde con ellos, se condena. Lucharán toda su vida por alcanzar el poder. Alcanzándolo en nombre del pueblo, en comunión con el pueblo, lo querrán todo, sin divisiones, desviaciones ni disidencias. Y a la postre buscarán perpetuarse. Hasta el último aliento. No son ambiciosos vulgares. Encarnan la salvación”. Enrique Krauze, El pueblo soy yo, 2018.
Rabillo: ¿Quién teme más a las redes sociales? ¿El censurador o los censurados? ¿El victimario o las víctimas?
Rabico: A propósito de la “renuncia irrevocable” de Juan Pablo Bieri: “Irrevocable: Del lat. irrevocabĭlis. 1 adj. Que no se puede revocar o anular”. Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española.
@EstebanCarlosM
