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Rabo de paja

Lectoras hasta que la muerte las separe

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Esteban Carlos Mejía
19 de noviembre de 2022 - 05:30 a. m.
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Llevaba tiempo sin verme con Isabel Barragán. Está como quiere estar. Sus ojazos verdes esmeralda pestañean cuando la miro embelesado. La piel, dorada por las fuerzas benignas del Universo, invita a besos, besitos o besuqueos. La grosería de su cuerpazo es demasiado sexy para mi rutina diaria de escitalopram. Le doy dos piquitos, uno por mejilla, y me quedo lelo paralelo cuando saca de su mochila Versace el mismo libro que estoy leyendo ahora: Las lectoras del “Quijote”, de Alejandra Jaramillo Morales, en Alfaguara, enero de 2022.

Me trama la trama de esta novela, digo, para romper el hielo. Es excepcional, hermosa e insinuante, confirma Isabel y vuelve a pestañear. ¿Es una novela histórica?, pregunto. No, sí, no sé, quién quita, a lo mejor, doctores tiene la santa iglesia de la crítica, reniega ella y añade: Para mí es el relato feliz de un sartal de acontecimientos brutales, infames u olvidados en Santafé de Bacatá entre 1605 y 1616.

Narra la historia de dos mujeres de mundos distintos y distantes, prosigue Isabel mientras hojea el legajo de 430 páginas, mapa incluido. Una es la españoleta Inés de Oviedo, damita de Sevilla, atarugada de fuerza y fe, que sólo aspira a meterse a un convento de carmelitas descalzas, las chiquillas de Teresa de Ávila, poeta o mística. La otra es Suánika, india mhuisqa, conectada a la inmaterialidad de la inmaterialidad de dioses y zhipas.

Me encapriché con las dos, comento, a riesgo de caer en desgracia. ¿Qué más se puede esperar de un pervertido como vos?, se burla Isabel. Me defiendo: Lo que pasa es que ambas se enamoran de un mismo libro, capital en castellano, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra. Sí, su lectura en común las inspira a soportar la grisura de la vida provinciana de Santafé, tan sinuosa como hoy, corrobora mi amiga.

Las lectoras del “Quijote” es una fábula prolija y muy bien elaborada, de ritmo pausado e intenso, sin bajones ni altibajos, un texto bellísimo de principio a fin, obra de una escritora con muchísimo talento y muchísimo oficio, digo, casi aliento. Isabel levanta un dedito para opinar: Son dos líneas narrativas en paralelo, que a la final confluyen en la cosmogonía de los hijos de Mhu en el valle de Mhuykyta y la superchería católica de los conquistadores con su dios autoritario o vengativo. Una novela más buena que un Diablo, decimos a la vez. ¡Gracias a Alejandra, Bachué y Tchiminigagua!

Rabito: “Nos encontraremos, mi querida Inés. En la vida o en la muerte. Nos encontraremos porque la amistad nos tejió. Porque somos un hilo iridiscente en el cosmos. Y Táuziga regresará y se unirá con nosotros. Seremos la luz. Seremos el testimonio del amor. Hablaremos por siempre en las cascadas, en el silbido de las aves, en los ojos de los pumas. Lo veremos todo. Tú y yo. Las lectoras del libro. Caballero y escudero. Caminantes de Bacatá. Sua y Chía. Luz y sombra. Inés y Suánika. Unidas bajo el resplandor de un cielo que se abrirá al infinito”. Alejandra Jaramillo Morales. Las lectoras del “Quijote”. 2022.

Rabillo: Sería buena idea que el Gobierno multiétnico de Gustavo Petro y Francia Márquez propiciara el cambio del nombre de Bogotá por su original mhuisqa: Bacatá. ¿Las nuevas, Cathy Juvinao y Mafe Carrascal, se apuntan? ¡Bachué las ilumine!

Rabico: Si todos los argentinos fueran como el percanto ese que insultó a Uribe en el aeropuerto de Ezeiza, yo estaría dispuesto hasta a apostarle a Argentina en Catar 2022. ¡Ja, ja, ja!

@EstebanCarlosM

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