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Los remitentes de Alejandra Jaramillo

Esteban Carlos Mejía
15 de junio de 2012 - 11:00 p. m.

Abundan los lugares comunes sobre la literatura escrita por mujeres. Sensibilidad, intuición, blablablá, intimidad, delicadeza, blablablá, autonomía o rebeldía de género, feminismo, más blablablá. Desdeñan lo importante: la inteligencia.

Inteligencia, por fortuna, es lo que sobra en los trece relatos de Sin remitente (Colección El Solar, Escuela de Estudios Literarios, Universidad del Valle, Cali, 2012), de la escritora bogotana Alejandra Jaramillo Morales. Narradas con ambigüedad o, al contrario, con inquietante precisión, todas las historias se plantean lo mismo: ¿el amor es acaso una ilusión?

En Pesadumbre, por ejemplo, un mancebo romano se duele de las vicisitudes de su Emperador: “Tú ya sabes lo fácil que el poder enceguece y cómo caen de rápido quienes lo ostentan en la trampa de compararse con las divinidades”.

El oráculo, relato fascinante, habla de un chamán que sana a una mujer pacífica y sosegada. Y la redime de la manera más insólita: “Su voz comienza un canto que no puedo entender, y con gran sutileza toca mi sexo. Cierro los ojos, me siento acobardada. No puedo siquiera imaginar los movimientos que hace con sus dedos. Siento una banda de pájaros caminando en mi clítoris”.

Lawrence Durrell se pregunta en Balthazar, de El cuarteto de Alejandría, “¿quién puede dejar de amar el carnaval durante el cual todas las deudas se pagan, todos los crímenes se expían o se cometen, todos los deseos ilícitos se sacian, sin culpabilidad ni premeditación, sin las sanciones de la conciencia o de la sociedad?”. Sí, ¿quién? Sólo el enamorado teme al anonimato de los disfraces, a las locas aberraciones, a los “invisibles Señores del Desgobierno”, a las carcajadas frenéticas, como lo comprobamos en Carnaval, historia de celebración y libertinaje en Nueva Orleans.

Así, uno tras otro, estos cuentos hurgan y descubren los abismos de la naturaleza humana, el vacío de las almas, “las incertidumbres agónicas del apasionamiento, el sueño y las conversaciones, el enamoramiento y el absurdo”. ¿Literatura del yo? Quizás. La mayoría de las mujeres de Sin remitente son esposas y madres, prototipos que los escritores —hembras o varones— rehúyen con pavor, pero que Alejandra crea con sabiduría, elegancia y conocimiento. El cuento final, Respuesta a Bukowski, funciona a modo de síntesis incompleta o aproximada. En la vida, se nos dice, todo es mentira, “no hay respuesta, se busca para no encontrar”.

Y es un libro erótico, erotiquísimo, propicio para esta sociedad bisexualizada en que vivimos, sufrimos y gozamos, y también morimos: “En el sexo no hay preguntas, pero lo que no sabíamos, o nunca quisimos saber, es que no hay respuesta tampoco, ese fue nuestro error”. Para mi gusto, Sin remitente tiene un solo defecto: su brevedad. Apenas 74 páginas, no hay derecho. Por fortuna, los lectores de Jaramillo muy pronto nos desquitaremos con su novela Mandala, que ya va por las 550 páginas. ¡Eso sí es bonito! Ars longa, vita brevis.

Rabito de paja: “El reposo y el orden, la paz acompañada de la justicia y de la legalidad pueden aniquilar el despotismo y la anarquía, y fundar el honor y crédito de la nación”: Francisco de Paula Santander.

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