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¿Para qué escribir novelas? En Diez novelas y sus autores, un libro imprescindible para mí, William Somerset Maugham da una respuesta irreprochable: “Una novela debe entretener. (…) Y entre más inteligente sea la entretención que ofrece una novela, mejor será”. Chapó. A veces me pongo a fantasear y me dejo arrastrar por la loca de la casa: imagino que Mario Vargas Llosa leyó a Maugham o, por lo menos, intuyó su idea y se dedicó a escribir novelas con el único fin de entretener.
Porque leer ficción es dejar de ser. Tal cual. En el instante de la lectura cada cual se transforma en lo que ha querido ser. Rodion Romanovich Raskolnikov, si sueñas con matar a una usurera. Estudiante en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, si acaso deseas ser parcero de Harry Potter. Pedro Páramo, si buscas a tu padre. El coronel Aureliano Buendía, si quieres escapar al laberinto de la soledad. Madame Bovary, si anhelas amantes inescrupulosos o crueles. Para dejar de ser lo que soy, las novelas de Vargas Llosa que más me gustan son Conversación en La Catedral, 1969; La guerra del fin del mundo, 1981, e Historia de Mayta, 1984.
Santiago Zavala o Zavalita, el protagonista de Conversación…, es un personaje con los atributos de una realidad ficticia pero real, valga la redundancia. Joven, idealista, trata de entender “¿en qué momento se había jodido el Perú?” bajo la dictadura del general Manuel A. Odría y la represión de su esbirro Cayo Bermúdez o Cayo Mierda. Un secreto lo atormenta… Tema sugestivo. Historia coherente y persuasiva, muy bien escrita, con un final conmovedor. Novelaza, pues.
La guerra del fin del mundo es aún mejor. Obra capital, impecable, demoledora, basada en hechos reales, como advierten en Netflix, y rehechura de otro libro formidable, Os Sertões (1902), de Euclides da Cunha. Narra la guerra de Canudos, en 1897, en el nordeste brasileño. La recreación de Antônio Conselheiro y su cohorte (o corte) de yagunzos poseídos por la fe en el buen Jesús es total o totalizadora, sin máculas, casi perfecta, y digo casi porque cada novela es “una forma esencialmente imperfecta”, según el ya mentado Maugham.
“Historia de Mayta es una de las novelas «más infravaloradas», no sólo la peor entendida y la más maltratada, sino también la más literaria de todas las que he escrito, aunque sus apasionados críticos sólo vieran en ella una diatriba política”, se quejó Vargas Llosa en el año 2000. Cuenta la vida descalabrada del revolucionario trotskista Alejandro Mayta, visionario, delirante, homosexual vergonzante (nunca se atrevió a salir del clóset), y los sórdidos mecanismos de la política en Perú a finales de la década de los 50 del siglo XX. Novela irónica, adolorida, magnífica.
A mi juicio, Vargas Llosa es un maestro de la literatura. Que primero haya creído en la Revolución cubana de Fidel Castro o Ernesto Che Guevara y después haya mutado a apóstol del neoliberalismo no demerita la calidad de su obra. ¿Su vida marital o extramarital? Allá él. Que cada quien haga de su capa un sayo y de su culo un papagayo, según reza el chingado refrán mexicano. ¡Viva Vargas Llosa, novelista ejemplar!
Rabito: “Flaubert no pensaba que el propósito de la vida fuera vivir; para él el propósito de la vida era escribir”. William Somerset Maugham. Diez novelas y sus autores (Ten Novels and Their Authors). 1954.
Rabillo: Reverendísimo señor expresidente eterno Álvaro Uribe Vélez: ¡ojo con el 23! ¡Este año sí! La justicia cojea, pero llega…
