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Baruch Spinoza, uno de los filósofos más importantes de la historia, fue expulsado del pueblo de Israel en 1656 a sus 23 años. “Maldito sea de día y maldito sea de noche; maldito sea cuando se acuesta y maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando regresa. Que Yahveh no lo perdone. Que la cólera y el enojo de Yahveh se desaten contra este hombre y arrojen sobre él todas las maldiciones escritas en el Libro de la Ley”, ruge la cherem de la congregación de Talmud Torá de Ámsterdam. Supongo que Baruch lloró un ratito y después se largó a hacer su vida y a escribir los provechosos textos que legó a la posteridad, entre ellos la Ethica ordine geometrico demonstrata o Ética, 1677, el más conspicuo* de sus tratados.
Hay que evitar el desbordamiento de emociones como rabia, envidia, venganza, miedo, desesperación, indignación, vergüenza, remordimiento, cólera, amargura, desprecio, malevolencia, desconfianza, recomendaba con sinigual mansedumbre. “Emociones tristes”, las llamaba, no sin benevolencia.
Casi 350 años después, Mauricio García Villegas recoge ese término para abordar el discurrir histórico, cultural y político de las Américas y tratar de entender, esclarecer o explicar nuestro pasado y nuestro presente. Primero, en El país de las emociones tristes, 2020, texto brillante o conmovedor, se metió a escudriñar la historia de Colombia, país descompensado y rabioso como pocos. Ahora, en Editorial Ariel publica El viejo malestar del Nuevo Mundo, reflexión sobre los arreglos emocionales de España y América Latina desde la Conquista hasta hoy.
Es un ensayo de 292 páginas, escrito con inteligencia, agudeza y solvencia analítica, documentado con testimonios, estampas o citas pertinentes, y adobado con comentarios sobre la repercusión de tales emociones tristes en la vida personal del autor, apuntes al estilo de los ensayos de Michel de Montaigne o los cursos y discursos de Auguste Comte, dicho sin exageración ni lambonería.
Mauricio tiene el don casi celestial de explicar con claridad y sencillez las cosas más abstrusas* de filosofía, sociología jurídica, ciencias cognitivas o literatura. Nos conocemos hace años, desde cuando yo era un adolescente eterno (¡todavía lo soy, Dios mediante!) y él un nerd de los pies a la cabeza. Durante meses escribimos al alimón* una columna sobre política internacional en el periódico El Mundo, de Medellín, bajo la dirección de don Darío Arizmendi Posada. ¡Increíble! Dos individuos con temperamentos y pasiones tan disímiles escribiendo cada 15 días sobre los cambios en la nomenklatura de la Unión Soviética o sobre los ayatolás de Teherán. Modestia aparte, ejemplo de entendimiento y acuerdo de nuestras emociones cotidianas, plácidas siempre, tristes jamás. ¡Larga vida al profe Mauro!
Rabito: “Hago lo posible por no burlarme, por no lamentarme, por no detestar a nadie, tan solo por comprender”. Baruch Spinoza (1632-1677, 44 años). Citado por Mauricio García Villegas en El viejo malestar del Nuevo Mundo.
Rabillo: “Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, es abstraer”. Jorge Luis Borges (1899-1986, 86 años). También citado por Mauricio en su librazo.
Vademécum:
* Ínclito: Esclarecido, afamado.
* Conspicuo: Ilustre, visible, sobresaliente.
* Abstrusa: De difícil comprensión.
* Al alimón: Tauromaquia. Asiendo dos lidiadores un solo capote, cada uno por un extremo, para citar al toro y burlarlo, pasándole aquel por encima de la cabeza.
