Si Ernest Hemingway, nobel de Literatura 1954, viviera hoy, sin duda sería el chucho de las redes sociales. Machista. Cazador de leopardos. Pescador de tiburones. Mujeriego infame. Borracho inmundo. Boxeador callejero. Suicida. Escritorazo.
No sé por dónde empezar. Hemingway pesaba 99 kilos y medía un metro con 83 centímetros, todo un fardo de carne. Se bañaba una vez por semana: prefería la mugre y el mal olor acumulados en correrías, aventuras o expediciones por África, Francia, España o Cuba. En un bolsillo de su chaquetón llevaba una cebolla cabezona o cebolla de huevo que mordía con frecuencia para perfumar el...
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