Fragmentos del paro del 21 de noviembre (21N), que aún sigue. Primero la rosa…
1. Los vecinos de Usaquén con sus cacerolazos frente al edificio donde vive (o vivía) el subpresidente Duque. Si hasta la gente de estrato 6 está jarta del Gobierno, imagínense cómo estaremos los demás.
2. La juventud de los manifestantes. Desde bachilleres de 17 o 18 años hasta oficinistas de 40, el paro aglutinó a la gente joven, con consignas apartidistas y cantos libres como el viento. Voces nuevas, irreverentes, contestatarias, burleteras…
3. Las muchedumbres. El historiador Jorge Orlando Melo, en una charla con BBC Mundo, dijo que “este paro tuvo una magnitud que ninguna protesta tuvo en 60 años”. Y punto. Ni las manifestaciones de la Anapo en los años 70. Ni el movimiento estudiantil de 1971 con su Programa Mínimo que ganó el cogobierno de profesores y estudiantes en la Universidad Nacional y en la Universidad de Antioquia. Ni la marcha contra el bandolerismo de las Farc en 2008 convocada por el gobierno de la seudo-Seguridad Democrática y glorificada por prensa, radio y televisión. Ni los funerales de la Mamá Grande en Macondo. Esta Colombia con P mayúscula despertó “del largo sueño embrutecedor” a que la sometieron. Ojalá no se vuelva a dormir muy pronto.
4. El neopacifismo. Decenas de manifestantes de rodillas y con las manos vacías en alto coreando: “¡Sin violencia, sin violencia!”, delante de robocops sin alma ni corazón ni vida.
5. La pluralidad. Un paro típicamente colombiano: mil matices valen más que una bandera tricolor. Nadie por encima de nadie: feministas junto a maestros y profesores de Fecode, poetas al pie de obreros metalúrgicos, señoras de paraguas entre muchachitas de bluyines rotos, meditadores trascendentales en posición de Balasana (creo) al lado de cantores, músicos, bailarines con tambores, flautas, panderetas: “¿Y dónde está la plata? Se la robaron. ¿Y quién se la robó? ¡El títere de Uribe! ¿Que quién se la robó? ¡El títere de Uribe! ¿El títere de quién? ¡El títere de Uribe! ¿De quién? De Uribe. ¿De quién? ¡De Uribe!”.
6. Twitter sin Uribe.
Después las espinas…
1. El asesinato de Dilan Cruz. El asesinato de Dilan Cruz. El asesinato de Dilan Cruz.
2. La confirmación de que la Policía Nacional de Colombia no es un cuerpo civil “para el mantenimiento de la convivencia”, ni el Esmad es una familia. Violencia sistemática, aliñada con sevicia y alevosía.
3. La rabia y el resentimiento del Presidente Eterno contra todo lo que huela a oposición, a pensamiento divergente, a ideas laicas, a calle, a cacerola.
4. Duque con Twitter.
Rabito. ¿Al perro no lo capan dos veces? Aquí mi caso. En las elecciones de 2015, el candidato de Uribe en Medellín estaba a punto de ganar. Por miedo al capataz, voté por un independiente, Federico Gutiérrez, que a la postre resultó un paquete chileno. Cuatro años después, en 2019, el mandadero de Uribe (un tal Alfredito Ramos, hijo del tristemente célebre Luis Alfredo Ramos, conocido como el Doctor Buñuelo por su manía de voltearse a último minuto) punteaba en las encuestas. Otra vez por miedo al paupérrimo, voté por un independiente, Daniel Quintero Calle. ¡Pero qué desengaño! Todavía no se ha posesionado y ya anda emocionado con el sueño húmedo de Uribe: una constituyente para abolir la Constitución de 1991 y cambiarla por su sedicente Estado de opinión. ¡Los dioses del Olimpo nos libren de los uribistas disfrazados de independientes!