Mí amiga Isabel Barragán, preciosa y sensual como siempre, me pide que la acompañe al gastroenterólogo.
“¿Y tu marido?”, pregunto como un resorte. “En la finca”, dice. “Ese se mantiene allá”. “¿Envidia o caridad?”, contesta, enfurruñadita. “¿Y a ti qué te pasa?”, me intrigo. “Síndrome de colon irritable”, dice, con resignación. “Inaudito, tú no tienes nada irritante”, le coqueteo sin disimulo, este encuentro es lo más parecido a una cita clandestina. En la sala de espera hay dos o tres personas con cara arrugada y gesto abdominal. Me pongo a ojear una revista de la National Geographic. Isabel me interrumpe.
“He estado leyendo novelas del inspector Kurt Wallander”, dice. “En honor a su creador, Henning Mankell, que murió hace un mes”. “¿Tú leyendo novelas policíacas?”. “Me gustan los policías de mentiritas”, se ríe. “Wallander es un casi cincuentón, divorciado, con una hija. Vive y trabaja en Ystad, en la provincia de Scania, al sur de Suecia. Ystad es una ciudad pequeñita o un pueblo grandecito de unos 18.000 habitantes, más o menos como Anapoima, Cundinamarca, o Salgar, Antioquia, con civilización, eso sí”. “Hey, no te burles de los rincones mitológicos de la Patria”, le digo, en previsión de que la hayan oído.
“Wallander es un policía minucioso, reflexivo, algo depresivo, inteligente y autocrítico”, sigue ella sin hacerme caso. “Primero leí Los perros de Riga, que transcurre entre Suecia y Letonia. En vísperas de la caída del régimen soviético, las mafias empiezan a hacer de las suyas en los países bálticos”. “Hum”, murmuro. “Tiene un aire conspirativo —agrega— que me recordó algunos episodios de las novelas de George Smiley, el espía que llegó del frío, en las novelas del nunca bien ponderado John LeCarré”. Vuelvo a decir “hum”. “¿Qué es lo que quiere decir hum?”, me pregunta con sorna. Casi me pongo colorado. “Además es una novela de amor”, sonríe con benevolencia. “En Riga, capital de Letonia, Wallander conoce a Baiba, viuda de un capitán de policía, y se enamora de ella”.
“Después cogí La leona blanca. Las novelas policíacas de Mankell van más allá de lo policíaco. Aparte del enigma, implícito en toda novela de crimen, Wallander revela las caras ocultas de la existencia. En este caso, una conspiración bóer en Sudáfrica para matar a Nelson Mandela sirve para denunciar la insensatez y la oscuridad del racismo”. Siento curiosidad: “¿Cómo es la narración?”. “Mankell, como su personaje, es meticuloso, siempre serio y objetivo. Da dos pasos adelante y uno atrás. A cada tanto resume los hechos, recapacita, los desmenuza una y otra vez, todo a la vista del lector”. “¿Con humor?” “No mucho, la verdad: chispazos fugaces”. De pronto se abre la puerta del consultorio. Una señora se despide de la enfermera. Isabel aprovecha: “Por último leí La falsa pista y La quinta mujer, dos novelas netamente policíacas con su clásica sucesión de crimen, detección y solución. Un policía, sea sueco, cubano o colombiano, es un lector o intérprete de la sociedad en la que actúa. En la realidad y, sobre todo, en la ficción”.
“Doña Isabel Barragán Lalinde”, llama la enfermera. Sin darse cuenta mi bella amiga me coge la mano y responde, temblorosa: “Presente... de tripas corazón”.
Rabito de paja: “El catolicismo es la religión de Colombia por ser una religión benemérita de la patria y elemento histórico de la nacionalidad, y también porque no puede ser sustituida por otra”. Miguel Antonio Caro (1843 – 1909).