Hace unos 30 años, Jean-Claude Romand era un prestigioso médico en los alrededores de Ferney-Voltaire, comunidad francesa limítrofe con Ginebra, Suiza. Trabajaba como investigador en la Organización Mundial de la Salud, viajaba con frecuencia, asistía a múltiples eventos profesionales. Tenía mujer y dos hijos chiquitos, menores de cinco años. Gastaba sin escrúpulos. Sus pocos amigos lo querían, respetaban sus opiniones, gustos o manías, o lo veían como un héroe, el fulano que con pasión y método realiza sus sueños.
Pues bien, el 9 de enero de 1993, Jean-Claude, poseído quizás por el adversario (Satán o Satanás) mató a su...
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