Publicidad

¿Quién diablos mató a Pedro Ospina?

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Esteban Carlos Mejía
12 de septiembre de 2009 - 01:21 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

PARA SUS AMIGOS, PEDRO OSPINA ES generoso y simpático. Se mueve en el mercado extrabancario con el sigilo de cualquier David Murcia Guzmán.

Aunque ha embaucado a tres o cuatro proletos, la mayoría de sus clientes son ilustres burgueses de la sociedad bogotana, desde un ex presidente de la República y sus hijas hasta una famosa presentadora de televisión y su amante, el mafioso más temido del país. Paga lucrativos intereses y jamás se enreda con impuestos. Detrás de él —como detrás de todo buen hombre— hay una gran mujer, en este caso una tipa medio pendeja, Margarita Díaz Obregón, hija de Venustiano Díaz, multimillonario hiper mega califragílistico, cuyos negocios en hoteles, automotores, minas y bienes raíces le sirven de respaldo al agiotista. Ahora bien, Pedro Ospina está en la olla: no tiene ni con qué comprar tabletas para la úlcera.

Y además, está muerto, requetemuerto. Yace sobre el piso de madera de su apartamento en el edificio Portales de la Cabrera, carrera 8ª N° 88-99. De la boca le sale un hilo de sangre que le humedece la barba. Tiene una pistola en la mano derecha y parece sonreír. Así lo sorprende su vecina Sara Yunus, “una periodista a quien la pasión por el oficio impulsaba a dejarlo todo con tal de llegar al fondo de una noticia o de conocer los secretos de un personaje”.

Curiosa y observadora, no olvida registrar nada. Desayunos, almuerzos, coitos. Muebles, alfombras, porcelanas. Vinos, quesos, entremeses. Restaurantes, bares, hostales. Corbatas, zapatos, bufandas. Lo cuenta (casi) todo con una minuciosidad que a veces resulta enojosa pero que refleja a cabalidad su actitud más o menos naïf ante la vida, sesgada por “la ambición, el deseo de gastar siempre más, el impulso de ascender en la escala social, la confusión entre el sexo y el afecto y el cálculo imposible en las cosas del amor”.

Persuadida de que no hubo suicidio, se pone a averiguar quién mató al financista. Se topará con móviles y personas muy disímiles. Juan de Dios Cleves, abogado advenedizo y corrupto, capaz de traicionar a quien sea. Elvira Gutiérrez, portera del edificio, cuyo hijo Juancho sabe más de lo que dice. Paola Abuchaibe, amante del finado, que se transformará de hermosa mulata guajira en afligida bola de sebo. Karen Santa Cruz, mortificante vedette de televisión, arribista de arribistas. Eduviges, criada y moza fortuita de Cleves, experta en artes marciales, ¡un peligro! Y Sonia Obregón, suegra de Pedro Ospina, que con su intuición y el auxilio sobrenatural de Nardo, su ser de Luz, se convertirá en detective y ayudará a esclarecer el enigma que ronda en cada página de Hilo de sangre azul, la nueva novela de Patricia Lara (La otra orilla, 257 páginas).

La literatura supera a la realidad. Porque, como lo advierte Sara Yunus al poner punto final a su entretenido y elocuente relato, la ficción es “el único camino posible” para contar la verdad.

Rabito de paja. “Dios es testigo de que continuaré dirigiendo los destinos públicos únicamente hasta que el odio fratricida haya desaparecido y podamos de nuevo transitar el camino de la paz y recobrar nuestro prestigio de nación culta y cristiana”. Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, noviembre de 1954.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.