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Una mujer incómoda

Esteban Carlos Mejía

26 de febrero de 2022 - 12:30 a. m.

Voy por Isabel Barragán a una reunión de excompañeras del colegio. Unas tejen, otras bordan, la de más acá pinta y la de más allá fuma mientras sirve tacitas de té. Mi amiga está enfrascada en su labor de tricota. Hermosa y sutil, sonríe cuando me ve. ¿Esto es lo que llaman un costurero?, pregunto, amor de pendejo. No, bobo, me contesta, es un aquelarre. Se carcajean con desparpajo. Ay, Estebitan, no estás capacitado para estos menesteres. Nuevas risotadas.

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Salimos a la calle. Isabel guarda la costura y saca un libro. Estoy leyendo Mujer incómoda, de Vanessa Rosales Altamar, dice. Son ensayos híbridos, intrépidos, lúcidos, ácidos, espléndidos, bífidos. Y me explica que es un texto personalísimo, una muy provocativa combinación de teoría con práctica, ideas ajenas o propias con experiencias vitales.

¿O sea?, pregunto. El pensamiento de Vanessa está en permanente construcción, múltiple, indómito e indomable. ¿El libro es una confesión ideológica? ¡Por los dioses que no existen!, protesta. ¡Qué es esa vaina tan rústica! Oye, dice y me lee con voz precisa: “Soy el resultado de mi madre, de la inercia cartagenera, de las tardes barranquilleras, de los rechazos, de las texturas tan puntuales de mi propia biografía. Soy mis miedos, mis tempestades, mis carencias, mis habilidades”.

La labor no cabe en el bolso, así que la llevo en la mano, a riesgo de que algún machito callejero me vea y se burle de mí. Vanessa sostiene que las mujeres son complejas en una sociedad que las destituye como simples. ¿Tú también te declaras incómoda?, le pregunto a Isabel. Más que incómoda me siento ambigua. ¿Híbrida? Cierto, y eso lo he ido entendiendo a medida que avanzo en la lectura de estos ensayos.

Tomo aire y digo: Algunos foristas dicen que los escritos de Vanessa son ilegibles, densos, soporíferos… ¡Líchigos!, me interrumpe con autoridad. No se han pillado que sus columnas son breves ensayos y no meros textos periodísticos. Mejor dicho, para disfrutarla a gusto se requiere un cierto nivel, del que carecen los misóginos y los analfabetos funcionales. ¡Joder y jolines!, reclamo a lo chapetón el día del Grito de Independencia. Porque sus referencias literarias, históricas o críticas son para dejar patidifusos a ojeadores convencionales de periódicos, replica Isabel. Fíjate: Marvel Moreno, Judith Thurman, Héctor Rojas Herazo, Betty Friedan, Kate Bolick, Bonnie Anderson, Judith P. Zinsser y Siri Hustvedt. Un cúmulo de lecturas, traspasadas por la angustia existencial de una mujer compleja, pero sin ningún complejo.

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¿Siri Hustvedt es la compañera de Paul Auster, novelista de la República Popular de Brooklyn? Correcto. Esa pareja convive en una unión que a Vanessa le parece envidiable, una relación esponjosa. ¿Cómo la nuestra?, digo, no sin candidez. Entre tú y yo no hay nada, baby, contesta ella. Somos lo que somos: amiguetes nomás. ¡Pérdidas!, me quejo, adolorido. No sufras, Mejía: mejor léete los escritos híbridos de Mujer incómoda, de Vanessa Rosales. A ver si un día de estos te olvidas de las secuelas del patriarcado.

Rabito: “Un mundo ordenado para el deseo de los hombres. El deseo de irse. El deseo de copular. El deseo de mirar. El deseo sin reparo. Colmado. Surgiendo a veces en borbotones tan abstractos que no dejan margen a aquello de lo que tanto se ha jactado lo masculino: lógica, mesura, razón”. Vanessa Rosales Altamar. Mujer incómoda. Lumen, mayo de 2021.

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@EstebanCarlosM

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