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Vladdo, Matador, Mico, etcétera…

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Esteban Carlos Mejía
25 de marzo de 2016 - 08:17 p. m.
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En agosto de 2011, María Jimena Duzán, de la revista Semana, entrevistó al publicista y consejero venezolano Jota Jota Rendón, rey (o diva) de la propaganda negra.

Un sartal de frases mariposongas, ñoñas, tremebundas. A la pregunta “¿Y qué le diría al expresidente Uribe?”, Jota Jota contestó “con todo el afecto, la admiración y el respeto” que le tenía (¡le tenía!): “Si tú eres un expresidente de su talla (sic), no te pones a pelear con Vladdo, quien por más prestante que sea, es un caricaturista. La vulgarización de la estatura del estadista (sic) se concreta cuando se mezcla con la farándula”. Una respuesta de ignorante. ¿Creer que un caricaturista es un personaje de farándula? ¡Eso sólo se le ocurre a un pendejo!

Así como hay novelistas gráficos, los caricaturistas son columnistas gráficos. Con sus dibujos (o dibujitos, como diría el capataz) esquematizan o exageran las realidades, formulan opiniones, critican a los poderosos, se ríen y hacen reír. ¿Farándula en Osuna, por ejemplo? Osuna es un dibujante consagrado: sus trazos tienden al realismo, hechos con esmero o responsabilidad, y sus diálogos son chispeantes, finos, inteligentes, llenos del clásico sarcasmo bogotano. ¿Espectáculo? Pobre pendejo el tal Jota Jota, y no digo su apellido para no ofender a Rendón, Ricardo Rendón, pionero de la caricatura en Colombia, que con sus dibujitos fustigó sin descanso a los gringos de la United Fruit Co. y a su marioneta en el Gobierno, el indescriptible Partido Conservador de Su Excelencia Laureano Gómez Castro.

Uno ve la obra de Ugo Barti, Pepón, Timoteo, Naide u Obregón, Elkin, y siente al instante que la caricatura es un arte libertario, en contravía de lo establecido, un arte inmoderado, que pone a pensar, a cavilar, a dudar. Cada caricaturista, como cada columnista, con su estilo, obvio: desde las líneas gruesas y acometedoras de Barti hasta la extrema languidez de Obregón pasando por las regordetas figuras de Pepón.

Los colegas de escritura me perdonen, pero yo primero veo las caricaturas y después leo las columnas. Porque todo caricaturista es un columnista gráfico, insisto. Piensen en Vladdo y su incisiva habilidad para los collages: fotos, recortes de prensa, mapas, dibujos. Lo hace por jugar y no lo hace por jugar. Cada collage es una disección certera de la realidad política, social o cultural de este paisito en crisis. Y Matador (¡joder y jolines!): los crocs del capataz Uribe son un veredicto, frentero, brutal, matador. Mheo, con sus dibujos estilizados y sus parlamentos filudos. Mico, alter ego de Tola o Maruja, despiadado y cínico. Bacteria, a pesar de su pataleta en El Espectador, irreverente e iconoclasta. Si paso por alto a alguno, no es por inquina sino porque escribo de memoria: al fin y al cabo, soy columnista de ficción. A mí estos faranduleros me dan envidia. Jota Jota está equivocado de cabo a rabo: Uribe debería prestarle atención, mucha atención, a Vladdo, Matador, Mico, etcétera. A ver si así aprende a reírse. Hay que tener fe (sic).

Rabito de paja: “Nos encontramos al borde del abismo o, mejor aún, en la cima de un volcán que puede entrar pronto en erupción. La paz me asusta más que la guerra. Y con esto le doy una idea de lo que no digo ni puedo decir”. Simón Bolívar, alias “El Libertador”, en carta Pedro Gual Escandón, 1821.

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