Todos los colombianos hemos sido víctimas del secuestro. Hoy no hay aquí quien no tenga un primo, amigo, papá, mamá, tía o hermano que no haya sido condenado a pudrirse en la selva para ser exhibido como trofeo de guerra. Muchos acabaron muertos o desaparecidos. Y eso ocurrió por cuenta de esa práctica despreciable que durante décadas se instaló como uno de los ejes centrales del accionar criminal de las Farc y de otros grupos armados.
En esta tierra los niños crecieron viendo en los noticieros el reguero de cadáveres y de secuestrados que la guerrilla producía a diario. La falta de humanidad, la ausencia de los seres queridos, las...
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