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Toda suerte de lugares comunes se han escrito en la prensa y en las redes sociales sobre el aterrizaje del exrector de Los Andes en la contienda presidencial: Alejandro Gaviria llega a enaltecer el debate, el centro ahora sí tiene un candidato que lo representa, ya se puede votar por convicción y no por descarte, Galán y Fajardo son los más afectados, le quita muchos votos a Petro, puede unificar el país en momentos de profunda polarización, tiene buena acogida en todos los sectores.
Esas afirmaciones, aun cuando ciertas, resultan bastante obvias. Hoy quisiera ocuparme, más bien, de un tema que poco se ha abordado desde que Gaviria saltó al ruedo: a él lo han querido de candidato en el Pacto Histórico, en el Partido Verde, en la Coalición de la Esperanza, en el Partido Liberal y en el Nuevo Liberalismo. Parece una afirmación evidente. Pero, en esencia, es esa la realidad política que hace que la llegada de Gaviria al partidor presidencial encarne la más contundente patada al tablero electoral en el último tiempo.
Los líderes de los partidos arriba mencionados llevan tres años comportándose más como el elenco de una telenovela mexicana que como jefes de una oposición cohesionada. Es prácticamente imposible que se pongan de acuerdo en algo. La guerra está casada: la Alianza Verde está al borde del colapso, Fajardo y Petro no se pueden ver ni en pintura, el Polo Democrático se partió en dos, la Coalición de la Esperanza no despega, hay diferencias de fondo entre los liberales, y las voces más notorias de las llamadas fuerzas alternativas se califican entre sí con adjetivos como fascista, corrupto, incendiario, mafioso o, en el mejor de los casos, neoliberal uribista. Da la impresión de que en lo único en lo que todos han coincidido es en la idea de promover la candidatura de Alejandro Gaviria.
No es un asunto menor pues, hasta ahora, no se veía posible que una figura lograra unir al centro antes de la primera vuelta. Si los egos en la política no existieran, lo lógico sería que los miles de candidatos de esa corriente declinaran sus aspiraciones y concentraran sus esfuerzos en impulsar a Gaviria. Es el único que los dejaría tranquilos a todos y que, además, sería visto con buenos ojos en algunos sectores de la derecha y de la izquierda. Eso, sumado a sus altos índices de imagen favorable, le daría un crecimiento enorme.
En vista de que todos lo han invitado a sumarse a sus proyectos políticos, competir con Gaviria les va a quedar muy difícil a los candidatos del centro y de la izquierda. Tal vez no hicieron ese cálculo. Pero en los días por venir los elogios y las flores que le echaron antes para tratar de atraerlo les van a pasar factura. ¿Cómo hará Petro para decir que el hombre al que él mismo quiso tener como alcalde de Bogotá y como aliado del Pacto Histórico ahora es un mal candidato? ¿Les dirá a sus seguidores que buscó impulsar a la Alcaldía a un neoliberal uribista?
Gaviria entró pisando duro. Reúne todas las condiciones para convertirse en un fenómeno político. El gran reto que tiene, y lo invito a referirse a esto públicamente, es ser capaz de cerrarle la puerta al expresidente politiquero que quiere apropiarse de su candidatura.
