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Señor Juan Carlos Pinzón:
Por segunda vez ha sido usted designado embajador en EE. UU. Seguro, mientras empaca maletas, piensa que allá lo recibirán con los brazos abiertos porque usted ya fue, durante el gobierno de Santos, el inquilino de nuestra lujosa casona en Washington. ¡Qué equivocado está! Y qué equivocado estuvo el presidente Duque cuando lo encargó de recomponer las maltrechas relaciones entre los dos países.
Es cierto que usted tiene experiencia. Decir que su paso por la embajada y su gestión como ministro de Defensa no le enseñaron a moverse en la arena política gringa sería faltar a la verdad. Pero permítame explicarle, señor embajador, con el respeto que se merece, por qué su nombramiento es un disparate.
Hay que empezar por lo evidente: a usted le va a quedar muy difícil que el Departamento de Estado y el Congreso le crean una sola palabra de lo que dice. Aunque en Colombia pretenda enterrar sus gestiones de toda una vida como subalterno de Juan Manuel Santos, para alinearse con el gobierno actual y hacerse así a un cargo como el que está a punto de asumir, en EE. UU. esa carreta no se la van a comprar.
Los diplomáticos gringos, a diferencia de los nuestros, son serios. Ellos no olvidan que como jefe de la cartera de Defensa usted acompañó las decisiones del gobierno Santos sobre el proceso de paz. También es probable que recuerden que en la embajada usted gestionó los recursos que Colombia recibió en el marco del denominado “Paz Colombia o Plan Colombia II”. En la memoria de los americanos aún están frescas las muchas comidas que usted organizó para convencerlos de las bondades de apoyar la negociación con las Farc.
Quienes mueven los hilos del poder en Washington, señor Pinzón, todavía no salen del asombro que les generó su oportunismo político cuando salió de la embajada para embarcarse en una fallida aspiración presidencial. En ese entonces, muchas dudas quedaron sembradas en la diplomacia gringa: por ejemplo, ¿cómo es posible que el mismo hombre que nos montó al bus de la paz ahora diga que el proceso fue un engaño para complacer a los narcotraficantes? ¿Es cierto que el exembajador dice que el plebiscito fue un asalto a la voluntad popular? ¿Cómo puede ahora el exembajador decir que los negociadores deben sentir vergüenza por haber entregado el país a criminales de lesa humanidad?
A mí también me surgen preguntas: ¿con qué cara va a llegar usted a Washington a decirles a los gringos que todo lo que les dijo hace unos años era mentira? Está en problemas, señor embajador. Recuerde que ahora el presidente se llama Joe Biden y que él ha dejado claro que la primera prioridad de su agenda para Colombia es la implementación del proceso de paz.
¿Qué máscara va a usar ahora para desempeñar su nuevo cargo? En este caso, lamento decirle, con cara pierde usted y con sello también: si sigue atacando el Acuerdo de Paz, no solo hará una pésima gestión, sino que les confirmará a los americanos su condición de mentiroso. Ahora, si es responsable y se pone la camiseta de la paz, le confirmará a los colombianos que todo lo que dijo fue carreta y que su opinión se define en función no de lo que piense, sino del cargo que le ofrezcan…
