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Uno de los males endémicos que afronta el Estado colombiano es la creciente ausencia de valores de la sociedad.
Buscar las causas raíces debe ser la tarea del Estado, es decir de Todos. Estoy convencido que la ausencia de educación y de formación desde el núcleo… la familia, es una de esas causas, ojalá no perdidas. No sé qué es más perjudicial para un Estado: la corrupción de los políticos o de la sociedad misma.
En una cándida conversación con un taxista bogotano en la noche del sábado, compartíamos sobre la actual situación económica del país. Pasamos por varios puntos de la actual coyuntura del país y pude evidenciar que el señor taxista estaba muy bien informado. Tanto, que mientras lo escuchaba atentamente pude hacer el símil con las discusiones que hasta hace poco había sostenidos en aulas de clase con estudiantes de una maestría. Por supuesto la profundidad era diferente, mientras el taxista explicaba de sucintamente sus puntos de vista, los estudiantes de la maestría se esforzaban por esbozar sus ideas de una manera técnica y soportada con análisis cualitativos y cuantitativos. La intersección de las dos conversaciones era que se podían inferir varias causas raíces de la situación.
Mientras los estudiantes de la maestría soportaban sus argumentos en las variables exógenas generadas por la dependencia del precio del petróleo como causa raíz de la creciente inflación, el taxista por su parte y si bien entendía perfectamente el argumento del precio del petróleo, su argumento era uno más sencillo pero a la vez doloroso… la corrupción del Estado. En ese momento la conversación se tornó – en principio – un tanto incómoda, pues pensé en mi interior que nos dirigíamos a la arena política y la quejambrosa. Para mi sorpresa, el taxista se centró en que el problema de corrupción era uno en el que él se incluía. Al pedirle que fuera más explícito, este bueno ciudadano me explicaba que por no haberse preparado era que a sus 65 años aún trabajaba más de 16 horas diarias. También me explicaba que uno de los problemas del país es que nos estamos acostumbrando a que es el Estado el que debe velar por nuestro futuro y que si bien es en parte cierto, son los ciudadanos los que “tenemos que aprender a pescar y no a que nos den el pescado”.
Mientras seguía esgrimiendo sus sólidos argumentos, pensaba en qué tan preparada está una sociedad para recibir subsidios y qué tanto se vuelve dependiente de los mismos. Ejemplos tenemos muchos en países vecinos y para no ir tan lejos en Venezuela desde antes del socialismo ya existían subsidios que no sólo era de gasolina. Lo “gringos” por su parte aún conviven con el “TANF, por sus siglas en inglés” en el que se subsidia a las familias desempleadas. El asunto es cuestión es qué tan útil es este tipo de subsidios o mejor ¿Será que la sociedad está preparada para no abusar de estos subsidios y que estos no se vuelvan costumbre y por ende obligación infinita? Por supuesto existen casos exitosos como el de los países nórdicos. La diferencia es que en estos países la sociedad recibe una educación básica de clase mundial la que permite a sus ciudadanos prepararse técnicamente para emplearse o mejor para generar empleos (emprendimiento).
Según el DNP, en Colombia, existen cerca de 35 millones de personas validadas en el SISBEN (75% de la población). Las cifras dan cuenta de la cobertura eficiente del Estado en uno de sus mandatos constitucionales. Lo contradictorio es que existan más de 87 mil colombianos que ganan más de 3,8 millones de pesos mensuales y que tienen puntaje del SISBEN bajo. Es más el amigo taxista me contaba el caso de una cliente que vive en cedritos y que todos los miércoles la recoge a las 5:00am para llevarla al hospital del Tunal donde le estaban haciendo un tratamiento médico a costillas del SISBEN. Ejemplos como éste hay muchos, el asunto es si estamos preparados para subsidiar o para suicidarnos lentamente por cuenta de la trampa y de la nefasta malicia indígena, la que no necesariamente es del Estado.
