El deterioro del orden público en los últimos 12 meses es realmente espeluznante. Las cifras de ataques a la policía, al ejército y a civiles están dejando ver que la cacareada paz total del Gobierno Petro no solo no está funcionando, sino que no va para ningún lado. Y no es para menos, pues nadie en el Gobierno, empezando por el presidente, tiene claro para dónde van. El presidente ha dado palos de ciego y ciertamente eso lo han aprovechado las disidencias de las FARC y el ELN. Un ejemplo claro de esto es que expidió un decreto hacia la medianoche del pasado 31 de diciembre, anunciando un cese bilateral con el ELN sin que este se hubiera pactado, como lo dijo a las pocas horas este grupo criminal. El presidente Gustavo Petro suele ser errático en sus actuaciones y la paz total no será la excepción.
Ahora bien, otra arista que tiene este asunto son las pésimas relaciones entre el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, y los gobernadores, quienes hace meses vienen denunciando el grave deterioro de la seguridad en sus regiones. El ministro esta semana les dijo que se quejaban porque estamos en época electoral y los llamó hipócritas. Obviamente los gobernadores reaccionaron y han dicho, sin ambages, que no reconocen al ministro como su interlocutor. Petro lo apoya a pesar de que Velasco no solo tiene malas relaciones con los mandatarios regionales, sino que tampoco ha podido armar una coalición sólida para tramitar las leyes del Gobierno en el Congreso.
Definitivamente, el presidente Petro y sus ministros del Interior y Defensa —bastante incompetentes, por lo demás— perciben en materia de seguridad un país totalmente diferente al que padecemos los colombianos. Eso no me extraña, pues Petro es un experto en negar. Negó a su hijo, negó haber puesto unos trinos, negó haber recibido plata ilícita para su campaña y así sucesivamente. Desde ya, con preocupación advierto que el próximo gobierno va a encontrar al país como lo encontró Álvaro Uribe Vélez el 7 de agosto del 2002: tomado por la guerrilla, sometido y atemorizado. Hoy se sabe del incremento en la cantidad de secuestros y me dicen algunas personas que en las regiones donde tienen sus fincas, no lejos de Bogotá, ya están siendo extorsionados por las disidencias de las FARC. Definitivamente, todo en este Gobierno va mal. Eso, por supuesto, no es una sorpresa para mí, pues mal podría ser un buen presidente quien fue un pésimo alcalde. Como lo he dicho en otras oportunidades, a Petro lo que le gusta es destruir y no construir. Está claro que quiere acabar con todo lo que funciona para poder refundar la patria, de acuerdo con lo que piensa en su diarreica mente.
El mesías de la Casa de Nariño tampoco está leyendo al país y, por el contrario, sigue pensando que la realidad son las redes sociales a las que, por cierto, les dedica horas al día. Eso, cuando no está desaparecido por razones inexplicadas.