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No hay personas con las que uno hable que no le digan que el país está muy polarizado. y no les falta razón, pero esto no es novedoso, ni obedece exclusivamente al tema de tener un presidente de la República que se divierte polarizando y atacando a sus opositores.
Desde que tengo memoria, hace ya muchos años, Colombia siempre ha sido un país dividido, y no solo por cuestiones políticas, que es lo que uno más siente. El odio, la lucha de clases y las diferencias entre unos y otros han sido el pan nuestro de cada día. Desde hace varias décadas, Colombia no tiene propósitos comunes como nación. Un breve repaso a nuestra historia nos muestra claramente que nunca hemos estado unidos en absolutamente nada. La violencia entre partidos, las decisiones de los gobernantes, las sentencias de los jueces, el actuar de los funcionarios públicos y aun las opiniones de la prensa y los columnistas dividen cotidianamente a Colombia. Pero este no es un asunto solamente de nuestro país.
No es sino mirar al mundo para ver que la polarización es una enfermedad mundial. Sí, una enfermedad mental intratable e incurable. Europa, dividida; los Estados Unidos, divididos; Argentina, dividida; los países africanos, divididos. La polarización no es pues un asunto que solo esté pasando en Colombia. Pero, claro, lo conveniente y rutinario es seguir peleando los unos con los otros, por lo que sea. El claro reflejo de eso son las redes sociales, en donde se destila el veneno hacia el opositor o simplemente al que no nos cae bien. Digo que es una enfermedad, porque tiene su origen en el odio, uno de los peores sentimientos que puede abrigar un ser humano. Y peor si este es una mala persona, y no sólo me estoy refiriendo a los políticos que hoy nos gobiernan. No, también a los ciudadanos del común, que destilan su veneno, sin importar a quién le hagan daño.
El siglo XXI, en vez de llevarnos a un progreso y una comunidad civilizada, nos ha traído con sus redes una serie de problemas que no parecen de fácil solución. Quisiera referirme brevemente a lo que ha pasado en Colombia en los últimos años. Al presidente Duque le incendiaron literalmente el país. Al presidente Santos lo llamaron traidor por haber firmado el Acuerdo de Paz con la guerrilla. Al presidente Uribe no lo bajan de delincuente, a pesar de que evitó, sin duda alguna, que las FARC se tomaran el poder. Y así sucesivamente. La diferencia entre ellos y el señor Petro no es solo no haber pertenecido a la guerrilla, sino que ellos sí se sintieron y actuaron como presidentes de todos los colombianos. Petro ha demostrado con creces que no le interesa gobernar para todos, pero no quiero enlodar esta columna hablando del señor Petro.
No tiene sentido que un país con tantos problemas sin solucionar siga enredado en esa malsana polarización. Pero entiendo que no hay mucho para hacer, porque parece que el ADN de Colombia está corroído por el odio y el egoísmo. Muy lamentable.