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Esta semana el presidente Petro le ha dado un golpe a la democracia colombiana. Amparado bajo dudosas tesis jurídicas inventadas por el ministro contratista Eduardo Montealegre, Petro ha dictado un decreto pasándose por encima al Congreso de la República y a los magistrados. Ahora no sólo pretende convocar a su consulta popular torciéndole el pescuezo a la Constitución, sino que, a la mejor manera de un subversivo, acude al expediente de la extorsión y el chantaje para decir que, si la Corte Constitucional y el Consejo de Estado le tumban su ilícito decreto, convocará a una asamblea nacional constituyente. En alguna oportunidad habíamos manifestado que la manera de actuar de los delincuentes es precisamente esa: primero secuestran, luego extorsionan y por último piden la recompensa. Eso es exactamente lo mismo que Petro y sus secuaces están haciendo con el país. Si Petro continúa por ese camino, es posible que trate de perpetuarse al mejor estilo venezolano. Cuando él dice que no se quiere quedar en el poder, ni quiere hacerse reelegir, hay que entender exactamente lo contrario porque cogerlo en una verdad es imposible. Desafortunadamente muchos colombianos, hoy arrepentidos de haber votado por Petro, no nos creyeron cuando decíamos que Petro no solo iba a ser un mal presidente, como lo ha sido, sino que además pasaría por encima de la Constitución y la ley.
Les corresponde a los partidos políticos y a los líderes plantarse de una buena vez sin miramientos. De lo contrario, estaremos en muy pocos meses lamentando que no fuimos capaces de detener al tirano cuando estábamos a tiempo para hacerlo. Si Petro convoca una asamblea constituyente, aplicando para ello las argucias jurídicas de Montealegre, los ciudadanos quedamos legitimados plenamente para hacer lo propio: recoger ocho millones de firmas para revocarle mediante una consulta popular el mandato al dictador. Si se trata de torcerle el pescuezo a la Constitución, debemos ser los colombianos, entonces, los que utilicemos las mismas armas del tirano para proceder de conformidad. Petro se quiere perpetuar en el poder directamente o por interpuesta persona. Y el país no se lo puede permitir. No es el momento de los paños tibios ni de los temores. Y no estoy hablando de una sedición, sino de un mecanismo que, si el gobierno considera que es legítimo para convocar una asamblea constituyente, también lo es para sacar al tirano del poder. Son las mismas armas y los mismos instrumentos con la diferencia que los ciudadanos no tenemos nada distinto que nuestra voz y nuestra valentía. Corresponde a las fuerzas militares hacer cumplir la Constitución y esta se está violando disfrazada con ropajes de legalidad. No más afrentas del gobierno al país. Hemos retrocedido 40 años en materia de orden público y Petro lo que pretende ahora es quedarse para instituir en Colombia un gobierno comunista, al mejor reflejo de su turbia, personalidad. Ahora o nunca, colombianos.
