Publicidad

Entre un ataúd

Felipe Zuleta Lleras
28 de agosto de 2022 - 05:30 a. m.

Cansado de escribir casi siempre sobre el insoportable devenir político, hoy quiero compartir algunas anécdotas de una persona cercana. Empezaré por el caso del fallecido tío abuelo Felipe Lleras Camargo, hermano mayor de mi abuelo Alberto Lleras.

Felipe era fundamentalmente un bohemio. Dicen que era un gran orador y un gran recitador de poemas. Yo alcancé a conocerlo ya en sus últimos años de vida, que dedicó a ser director del diario El Pueblo de Cali. Le decían el Chiverudo y ocupó varios cargos en el Estado, entre ellos el de presidente del Senado. Era mayor que mi abuelo y quienes lo conocieron le auguraban un destino más promisorio que el de su hermano menor, Alberto.

Era seguidor furibundo de Jorge Eliécer Gaitán, en tanto Alberto era el consentido de Alfonso López Pumarejo. Relatan quienes trabajaron con él en el diario El Pueblo que, cuando titulaba, se echaba un par de vasos de brandy Napoleón. Era un tipo con un gran sentido del humor. Una de las anécdotas de Lleras tuvo que ver con un acreedor. Venía él por la carrera 13 con calle 42 de Bogotá en el sentido sur-norte cuando vio a pocos metros a alguien a quien le debía plata. En ese sitio quedaba la funeraria de Garay, que era la que siempre utilizaban los cachacos prestigiosos para velar el cuerpo de sus familiares.

Pues Lleras se metió a la funeraria y le dijo a su propietario: “Garay, en dónde me puedo esconder que acabo de ver a alguien a quien le debo plata”. Garay le señaló con la boca un ataúd en el que Lleras se metió. El acreedor, como era obvio, lo vio entrar a la funeraria y procedió a seguirlo. Le preguntó a Garay: “¿En dónde está Felipe?”. Garay le señalo el ataúd en el que se había metido Lleras.

Con paso firme se dirigió al féretro, abrió la tapa y con voz recia preguntó: “Lleras, ¿usted qué hace ahí metido si sabe que me debe plata?”. Lleras sin ruborizarse ni inmutarse le dijo: “Ala, yo aquí muerto de la pena por no poderte pagar”. Garay soltó una carcajada que indignó al acreedor, quien abandonó bastante molesto la casa funeraria.

Esta anécdota refleja de cuerpo entero al Chiverudo Lleras que, dicen algunos, no llegó a los más altos cargos del Estado por su vida de bohemio. Era, recuerdo, más bajito que mi abuelo Alberto, pero muy parecido. Sostenían sus amigos León de Greiff, Jorge Zalamea, Rafael Maya, Germán Arciniegas, Eliseo Arango y José Enrique Gaviria, entre otros, que Felipe tendría un futuro brillante en la política nacional. Sin embargo, al parecer el mismo quedó diluido en las juergas y la poesía. Sin duda Felipe es recordado todavía por periodistas que trabajaron con él en sus últimos años pues era, dicen, un tipo inteligente y divertido. Algunos sostenían que era un escritor magnífico, pues les imponía una marca particular a sus escritos: un gran sentido del humor. Ya tendré la oportunidad de contar otras anécdotas de algunos de mis antecesores, pues muchas de ellas me han acompañado por décadas.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar