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La justicia mediática

Felipe Zuleta Lleras

28 de marzo de 2015 - 09:11 p. m.

Por supuesto que los periodistas en el mundo entero vivimos de las chivas. Por supuesto que creemos, equivocadamente, que la primicia nos vuelve mejores que los demás pues pensamos que los oyentes, televidentes o lectores están pendientes de eso.

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Por supuesto que nos da rabia cuando otros medios nos chivian. Por supuesto que nos encanta decir que somos amigos, o al menos eso hacen algunos colegas, de las fuentes. Por supuesto que quienes ejercemos este oficio de informar queremos estar mejor enterados que los demás. Por supuesto que las fuentes saben todo eso y manipulan la información a su antojo. Porque al final del día todo esos “por supuesto” son carreta.

No existe la menor posibilidad de que en un país en donde pasan tantas cosas, los ciudadanos se la pasen mirando quién es el que más chivas tiene. Entre otras cosas porque, a diferencia de lo que pasaba hace muchos años, hoy todos nos informamos por los medios y las redes sociales y difícilmente logramos determinar el origen de la primicia.

Lo perverso de todo esto es lo que está pasando, y es que la justicia se está ejerciendo a través de los medios de comunicación. Las decisiones de la Fiscalía y de los jueces las conocen primero los medios que las propias personas que están involucradas en procesos penales o en pleitos judiciales. La información se filtra, y en no pocas oportunidades, de manera selectiva. Olvidan así quienes ejercen la justicia que violan el derecho de los procesados a una defensa imparcial, pues una cosa es la realidad procesal y otra bien distinta la “verdad” mediática.

Qué peligro verse uno envuelto en procesos de cualquier índole en donde los fiscales y los jueces se mueven al vaivén de los medios, haciéndoles el juego a éstos en contra de principios tan elementales como el debido proceso y la imparcialidad. Muy difícil le resulta a un ciudadano tratar de convencer a sus jueces de que es inocente, pues cuando el reo llega al proceso ya ha sido condenado por la opinión pública. Es decir, es culpable de entrada.

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Olvidan los funcionarios que se dedican a filtrar que sus puestos son pasajeros y que, mientras sean ellos los que manipulen la información, los periodistas les jurarán amor eterno, pero una vez dejen sus cargos y se bajen de sus carros blindados para volver a ser ciudadanos como los demás, esos “amigos” de antes serán sus propios verdugos. Eventualmente sólo les quedarán las amistades anteriores a sus importantes cargos. Lo digo porque me pasó a los 26 años, cuando trabajé en altos cargos en el gobierno del presidente Barco y, que sepa, la condición humana no ha cambiado mucho en ese sentido.

Sería conveniente que quienes hoy están en el poder, manipulando los medios, recuerden que en un futuro serán víctimas de aquellos que hoy se autodenominan sus “amigos”.

Quizás, sólo quizás, también se les respetarían los derechos a quienes se ven envueltos en líos judiciales. ¡Y eso ya sería mucha ganancia!

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