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Lo que está pasando actualmente con la vicepresidenta Francia Márquez es la confirmación de lo que todos sabíamos. Que Petro en su perversidad la puso de fórmula presidencial para ganarse los 800.000 votos de ella y, además, para no correr ningún riesgo con quien, eventualmente, habría de sucederlo en el cargo. Francia se creyó el cuento de que Petro era buena persona y que de verdad haría cambios profundos en la sociedad colombiana.
Las vanidades de Márquez al principio del gobierno han quedado en una queja lastimera sobre el maltrato que le han dado. Trataron de comprarla, por decirlo de alguna manera, con la creación del ineficiente e innecesario Ministerio de la Igualdad. Le dieron una fortuna en presupuesto y ella no fue capaz de hacer absolutamente nada. A pesar de que todavía sigue siendo un tanto arrogante, lo cierto es que demostró en ese cargo su ineptitud que, estoy seguro, Petro no desconocía. No con esto quiero decir que el presidente sea más profesional, porque lejos está de serlo.
Petro ha demostrado durante estos años de gobierno que es misógino, clasista, discriminador y “drogadicto”, como dice el excanciller Leyva, sin que hasta ahora haya podido demostrar lo contrario en cada uno de estos defectos mencionados. Por eso tiene a su gobierno lleno de maltratadores y abusadores de mujeres. Ha tratado con desdén a los altos funcionarios afrocolombianos, trapeó con su esposa Verónica al pasearse con su amante por las calles de Panamá, ha maltratado a las exministras que le sirvieron honestamente, negó a su hijo, segrega y detesta a todo aquel que no se parezca a él, y por no alargarme, es imposible cogerlo en una verdad.
Francia Márquez es víctima de sus propias ambiciones, porque con su arrogancia se hizo detestar del pueblo colombiano con aquella respuesta que dio sobre su uso arbitrario de los helicópteros de las Fuerzas Militares. “De malas” sostuvo cuando le preguntaron por qué no se trasladaba a su casa privada en carro, como cualquier otro ciudadano, y nos recordó con petulancia y soberbia que ella era la vicepresidenta. Sí, la misma que hoy está recibiendo trato de condón usado, como se dice popularmente, y me perdonarán los lectores esta proterva expresión.
Que no venga entonces ahora a quejarse del presidente porque ella se ha dejado maltratar y ha preferido seguir en el cargo, aun cuando ha recibido todo tipo de iniquidades de su jefe inmediato.
Si a Francia Márquez le quedara dignidad debería renunciar y contarle al país con franqueza todo lo que ha visto y que tímidamente ha sugerido en temas como la corrupción a los más altos niveles. Pero eso no va a pasar porque no tiene la gallardía de hacerlo. Entonces que no se siga quejando, porque ella es víctima de su propia jactancia. Se dejó ningunear desde el principio y prefirió los lujos y prebendas que otorga el cargo de vicepresidenta. Francia fue víctima de sus vanidades y Petro lo sabía. Entre los dos, que entre el diablo y escoja. Si puede.
